Cuando parecía que se ponían las bases para construir un proyecto sólido y a largo plazo en el Real Oviedo, todo saltó por los aires. Primero, el adiós de Rubén reyes, después el de José Ángel Ziganda y ahora la llegada de Tito Blanco para la dirección deportiva y, de su mano, deberá llegar un nuevo técnico. Una vuelta al calcetín con el listón de la campaña recién finalizada, la mejor desde el regreso a Segunda A, y que amenaza con pesar como una losa para los nuevos dirigentes.
Tampoco se pueden descartar cambios significativos en la plantilla. Al adiós de los cinco cedidos -Carlos Isaac, Brugman, Montiel, Pombo y Matheus- se unen las seguras de Mossa y Christian Fernández y la más que probable de Borja Sánchez, todo apunta a que jugará en el Valladolid, y queda por resolver la continuidad de Femenías, que termina contrato el 30 de junio, y saber que pasará con jugadores como David Costas, Dani Calvo o Borja Bastón que pueden recibir propuestas que mejoren sus condiciones en el conjunto azul.
Tito Blanco se encontrará con 15 jugadores con contrato en vigor, aunque no significa que todos vayan a estar cuando arranque la competición el próximo mes de agosto, y deberá afrontar varias contrataciones que puedan mejorar el rendimiento de la actual plantilla. Además, tiene el reto de encontrar un sustituto de garantías para Ziganda, el técnico que más partidos dirigió a los azules desde su vuelta al fútbol profesional.
TENSIONES INTERNAS
Como cada vez que el Oviedo debe adoptar medidas de calado, salen a la luz las deficiencias estructurales de una entidad apenas profesionalizada y que sufre ante los cambios. Las relaciones internas entre los diferentes miembros del staff directivo dejan a las claras las diferencias existentes entre sus componentes y la falta de unidad de acción.
A ojos de una amplia mayoría de la afición, el actual consejo de administración azul ya tiene agotado el crédito. Su capacidad cada día genera más dudas entre el oviedismo, más aún en una entidad con un funcionamiento complejo en la que los dirigentes no tienen apenas capacidad de decisión, todo está supeditado a lo que se decida desde México, y tampoco parecen capaces de proponer iniciativas que ayuden a crecer al club o a mejorar sus prestaciones. Su continuidad puede convertirse en un problema para ellos por la desafección que generan.
Federico González, hombre de confianza del Grupo Carso en el club azul, tampoco parece estar en perfecta sintonía con los dirigentes y su principal apoyo es el gerente de la entidad, David Alonso, mientras que el encargado de las relaciones institucionales, César Martín, parece navegar entre ambas aguas y llega a asumir competencias que se alejan bastante de las responsabilidades de su cargo.
Todos los que de una forma u otra establecen contacto con el Oviedo, en el plano institucional, coinciden en señalar la falta de profesionalidad de una entidad que mantiene, prácticamente la misma estructura que tenía cuando militaba en Segunda B, hace ya siete años.