En un solar boscoso, cerca del pueblo de Sant Jordi y a unos pocos kilómetros de la milla de oro de Ibiza y donde atracan los grandes yates de lujo, malviven algo más de medio centenar de saharauis en sus tiendas de campaña y en casas improvisadas a pesar de tener trabajo.
Más de Uno Ibiza y Formentera ha podido hablar con algunos de ellos y solo piden "un lugar digno donde poder dormir, comer y asearse sin tener que mirar constantemente al cielo". Y es que la mayoría han llegado desde distintos puntos de la Península y desde los campos de refugiados saharauis en busca de un futuro mejor que de momento tarda en llegar.
Es cierto que tienen contratos de trabajo en hoteles, el aeropuerto o en empresas de limpieza o rent a car pero no tienen vivienda ya que los altos precios que se piden por habitaciones o por viviendas hacen imposible que puedan ahorrar lo suficiente para posteriormente mandar algo de dinero a sus familias en sus lugares de origen.
A pesar de que a todos les une el hecho de ser saharauis, siendo incluso hijos de funcionarios españoles en el Sáhara Occidental y con nacionalidad española, sus historias son muy diversas. Los hay quienes ya son habituales de la isla cada temporada tras llevar cinco años viniendo a buscarse la vida mientras su mujer y sus cuatro hijos se quedan en Alicante y otros que apenas llevan unos meses, pero a todos les une su hospitalidad, una sonrisa casi permanente, la organización y el hecho de que en el asentamiento apenas haya restos de acumulación de basura.