Anderson y Williams se reincorporarán a su unidad de la Policía de la región inglesa de West Midland con un informe sobre sus experiencias bajo el brazo, que servirá al gobierno británico para decidir si los "bobbies" continúan en este proyecto piloto de atención al turista.
Por el momento, tras tres jornadas haciendo esporádicas salidas oficiales del hotel en el que se alojan y junto al menos dos efectivos de la Guardia Civil, la pareja de policías del Reino Unido se ha dejado ver por las playas de la zona y calles adyacentes, en las que para unos turistas han pasado desapercibidos, mientras que a otros su presencia les ha causado cierta sorpresa.
La pareja de policías británicos viste el uniforme reglamentario compuesto por camisa blanca, pantalón azul oscuro y zapato cerrado cuando caminan por las calles en las que se cruzan con locales y turistas.
"Lo que hemos visto hasta ahora es que actualmente hay gente de muchas nacionalidades, pero nos hemos dado cuenta de que en Punta Ballena no hay solo británicos; también noruegos y holandeses que se divierten juntos en una gran atmósfera. Desde mi punto de vista, es un gran lugar", ha dicho el sargento.
Desde su llegada a Mallorca el pasado fin de semana para tomar parte en este programa de dos semanas de duración que financia el Foreign Office, Anderson y Williams se han centrado durante sus salidas en sondear la opinión que tienen los directores de hotel, propietarios de bares, personal de seguridad, turistas y residentes sobre la situación que se vive en Magaluf durante el verano.
Al sargento y a la agente les queda aún pendiente la principal asignatura en materia de seguridad: patrullar de noche y de madrugada por un par de calles saturadas de bares conocidas por Punta Ballena, considerado el epicentro del llamado turismo de borrachera.
Con motivo de la presentación oficial, la pareja de "bobbies" ha escenificado para la prensa un paseo de patrulla por Punta Ballena, donde durante el día sus calles están vacías y la mayor parte de la actividad consiste en la descarga de los camiones de la bebida que se consumirá de noche.
"Lo que persiguen es que no vengamos, de espantarnos", dice Jim, un británico de 27 años natural de Bradford y quien pasa su tercer verano en Magaluf.
Eso es lo que, precisamente, parece que persiguen las autoridades y parte del sector hotelero para acabar con la deteriorada imagen de este destino en el que el balance provisional de la temporada arroja ya un descenso del 9 por ciento de la clientela joven en busca del turismo de borrachera en relación con el mismo periodo de 2014.