Mallorca ya acoge a los primeros ciudadanos ucranianos que han huido de la guerra en su país, unos 80 por ahora, y en sus primeras declaraciones han agradecido el recibimiento de su tierra de acogida, con la ansiedad de no saber cuándo podrán regresar a su "patria" y qué les pasará a sus familias en Ucrania.
"No esperábamos tanta ayuda", ha afirmado este miércoles en Palma Julia Pohrebniak, una joven de 23 años que vivía cerca de Kiev, donde trabajaba en un supermercado.
Trabajó años atrás en Mallorca, en verano, y ha contado que la familia con la que vivió entonces en Can Picafort, "gente muy humilde", la llamaron en cuanto estalló el conflicto: "Insistían, insistían e insistían para que volviera", ha declarado con lágrimas en los ojos.
Cinco refugiados han ofrecido este miércoles en la sede de la Conselleria de Asuntos Sociales en Palma, sin la presencia de ningún cargo público, una rueda de prensa en la que han repasado el drama vivido en los últimos días, la incertidumbre del futuro y la preocupación por su país y el destino de los seres queridos que han dejado atrás.
Tras la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero, Julia ha explicado que su vida cambió, de un día para otro. Su casa son escombros y uno de sus amigos, de 20 años, murió por un proyectil de la artillería rusa cuando fue con su madre a la farmacia.
Esta joven, que el 16 de febrero pasado celebró su cumpleaños con sus amigos con total normalidad, se pregunta si podrá regresar algún día a su país.
Ha comentado que cuando Volodímir Zelenski asumió la presidencia había división de opiniones porque era "cómico" de profesión. "Gracias a Zelenski estamos resistiendo, es un líder cien por cien, vamos a ganar", ha dicho confiada en el mandatario.
El segundo en intervenir ha sido Volodymyn Frediuk, de 29 años, entrenador de un equipo ciclista ucraniano que aterrizó en Mallorca para preparar la temporada días antes de iniciarse el conflicto. La guerra le obligó a quedarse en la isla. Vivía en Járkov, a 20 kilómetros de la frontera rusa.
"Todo lo que tenía, mi piso, mi empresa, mi coche, se quedaron en Járkov bajo las bombas; no sé cuándo podremos regresar", ha declarado.
Volodymyn ha agradecido la solidaridad, pero ha dejado claro que no quieren "abusar" de esta generosidad y que su propósito es devolver esta ayuda y ayudar también a los ucranianos que siguen en su país.
Su mujer, Nadiia Frediuk, que viajó a la isla después, ha recordado los fogonazos y el ruido de las bombas sobre Járkov. Mientras ella hablaba con los periodistas, su hija de 3 años, Alisa, correteaba y sonreía ajena a este drama por el amplio patio de la conselleria que ha acogido la conferencia de prensa.
Nadiia ha evocado el miedo de los cuatro días que le ha llevado recorrer Ucrania con su pequeña hasta llegar a la frontera con Hungría, bajo un cielo en el que sobrevolaban aviones y drones rusos.
"No sabía qué hacer", ha compartido sobre la incertidumbre de si dejar allí a sus padres y al resto de su familia o reunirse con su marido en Mallorca, donde afrontarán una nueva vida.
El traductor en la rueda de prensa, Oleksandr Kazerin, residente en Mallorca desde hace años, ha señalado que la principal petición de los ucranianos a los países de Occidente es que se cierre el espacio aéreo para evitar los bombardeos de la aviación rusa sobre la población ucraniana.
Aunque estaba presente, no ha querido intervenir una muchacha ucraniana de 21 años, Mariia Skydan, que logró escapar de su ciudad, Kiev. Llevaba puesta una mascarilla por la covid-19 a pesar de estar al aire libre y, de manera discreta, se secaba las lágrimas.