Unas 100 se han concentrado este sábado en la Plaza de Cort en contra de la nueva normativa cívica del Ayuntamiento que multará con hasta 1.500 euros a aquellas caravanas que se utilicen con fines residenciales y permanezcan más de diez días en el mismo sitio estacionadas. Este lunes en el programa 'Más de uno Mallorca' de Onda Cero nos acercamos a la realidad de aquellos expulsados por el mercado inmobiliario en la isla.
Alquilar una casa es ya un privilegio en Baleares. Por este motivo, 400 personas residen en caravanas en Palma. Una situación en la que se encuentran cada vez más ciudadanos por los elevados precios de la vivienda. Son ya medio centenar las caravanas que llenan el aparcamiento de las instalaciones deportivas de Son Hugo en la capital balear. En este reportaje escuchamos las historias de Charo, Juan Antonio y Toni, entre otros. Son padres de familia, trabajadores y jubilados que lamentan su situación, pero admiten que nos les queda otra.
Este enclave a las afueras de la ciudad se ha convertido en una pequeña comunidad de vecinos que crece a marchas forzadas. A sus 72 años, Joaquín [nombre ficticio] es uno de los nuevos inquilinos. Un desahucio y una pensión mínima le llevaron a instalarse en una caravana de apenas 5 metros cuadrados que consiguió de prestado y ahora está acondicionando para entrar a vivir.
La ubicación no es baladí. Utilizan los servicios de la piscina municipal para asearse y ducharse cada día, como nos cuenta Juan Antonio, de 52 años, padre separado con cuatro hijas que vive desde hace 4 años en una furgoneta camper porque quiere "estar cerca de su familia" y se organiza como puede.
"Pedí un préstamo al banco, pero me lo denegó"
Otros, como Charo, invirtieron todos sus ahorros en comprar una caravana. Ella trabaja a media jornada como limpiadora, pero su sueldo de 650 euros al mes no le permite alquilarse una habitación en Palma. Por ahora vive con su compañera de vida, a la que no pierde de vista: "Yo vivo con mi perrita, que me salvó la vida. Tengo depresión desde hace 15 años por un ictus". En su caso, conseguir una caravana para vivir fue tan difícil como buscar una habitación a un precio asequible: "Pedí un préstamo al banco, pero me lo denegó. Tuve que comprarme una caravana con lo que tenía, que eran 3.700 euros".
También hay quienes intentan buscar la parte positiva. Toni tiene "todo lo necesario" para su día a día. Dos fogones que hacen de cocina, un colchón sobre el que se acumulan otros enseres, una televisión para ver películas y vistas a un descampado que, a escasos metros, interrumpe un polígono de naves industriales.
En Son Güells viven 4 familias con niños y personas de diferentes generaciones
A unos tres kilómetros de donde vive Toni está Son Güells, que es otro de los puntos calientes. En esta zona viven 4 familias con niños y se concentran personas de diferentes generaciones, desde los 24 hasta los 68 años. Así lo asegura Javier González, de 67 años, que explica cómo se organizan ante los peligros de dormir en una calle sin luz y alejada del centro de la ciudad. Por estos motivos, los inquilinos han creado sus propios códigos.
Pep de las Heras es el más mayor de esta comunidad improvisada. Un cáncer que aún padece le hizo perder su trabajo. Tuvo que apañarse con "un colchón y una furgoneta". Ahora se queja de que el Ayuntamiento no les deja empadronarse, lo que afecta a su salud y a la de otros compañeros: "Hay gente que está peor. No nos quieren empadronar".
Los residentes denuncian una persecución por parte del Consistorio. No muestran resistencia para moverse de dónde están asentados cada 10 días y proponen incluso que se les habilite una zona específica en la ciudad con servicios de pago.
¿Una caravana es una vivienda digna?
Mientras el alcalde de Palma, Jaime Martínez, culpa de la problemática al anterior equipo de Gobierno, por "no abordar las problemáticas sociales ni de vivienda". Desde el Consistorio defienden la nueva normativa cívica que contempla multas de hasta 1.500 euros para las personas que residan en los vehículos diciendo que una caravana está lejos de ser una vivienda digna. A lo que responden así los caravaneros de Palma: "No queremos que el alcalde nos regale comida. Nosotros somos los que sufrimos la consecuencia de un problema de fondo".
Los inquilinos han salido a la calle este sábado con el objetivo de que sus reivindicaciones sean escuchada para poder seguir teniendo un techo en el que vivir, ante una emergencia habitacional que afecta a toda sociedad balear y que, con el tiempo, sigue agravándose en las islas.