Antonio Vega escribió:
Lucha de gigantes convierte el aire en gas natural, un duelo salvaje advierte lo cerca que ando de entrar en un mundo descomunal siento mi fragilidad
Escuché el verso inmortal con que arranca este clasicazo volviendo a casa desde el Gran Canaria y pude trasladarlo a la situación de la Unión Deportiva: al borde del objetivo, pero notando su fragilidad, divisando su fragilidad tras mucho meses viéndola de lejos, como una quimera, como una máquina de refrescos helados en medio del desierto el drama tocaba a su puerta tras zigzaguear muchas veces su propio destino, complicándose la vida de manera innecesaria, absurda, sintiendo que cada uno de los pasos hacia adelante que había dado en la racha buena ahora, en la racha mala, se volvían en su contra y la hacían tropezar contra aquello que antes era una banda absolutamente engrasada, como si cada instrumento y cada artista hubiera olvidado aquello que los hizo grandes. Hoy la UD recuperó aquella esencia, y aún con errores defensivos, supo seguir agarrada al partido, es decir, a la vida.
Supo sostenerse en pie cuando últimamente al primer guantazo besaba la lona, supo soportar el dolor e insistir hasta que, por fin, pudimos volver a gritar una alegría dos veces. Sintió su fragilidad, decía y, en lugar de regodearse en ella, supo rápidamente llevar el partido al redil, a lo que le interesaba, volvió a gobernar el partido con un Enzo Loiodice majestuoso, un Moleiro eléctrico, volátil, incisivo creando cortocircuitos. Plantó cara a un rival que se jugaba un puesto en Europa y faltó un palmo para que la fiesta fuera completa si Pejiño hubiera metido un gol que vio toda Gran Canaria dentro. Toca seguir remando por el ansiado punto, por la salvación matemática. Quedan dos partidos y queda un punto. El primero en Cádiz este domingo, el segundo contra el Alavés, en diez días. Hoy, con su paso adelante, la UD volvió a demostrar que, pese a todo, el muerto tenía el pulso intacto.