El peregrino va a hacer el camino hasta el centro sanitario madrileño, ataviado con la capa de la hermandad, la medalla y tocando el tambor. Una vez allí, ha anunciado que va a depositar la medalla de la cofradía en la capilla del hospital, cumpliendo así una promesa a la titular.
Con ello, espera que la madre celestial medie en la recuperación de su padre, como ya lo hiciera hace tiempo con una enfermedad de su hijo.
Reconoce que "su virgen grande les ha ayudado mucho, y toda la familia se sienten muy devotos de ella".
En el camino le acompaña un coche de apoyo conducido por su pareja, Ángela, para facilitarle provisiones y agua, y darle asistencia si tiene algún percance.