Los jóvenes bebieron menos alcohol durante la pandemia de COVID-19, pero aquellos que tenían problemas relacionados con el consumo incrementaron la ingesta.
Esta es una de las principales conclusiones que se extraen de la investigación llevada a cabo por la Universidad de León, liderada por Lorena Botella Juan.
Partiendo del grupo GIIGAS del área de Medicina Preventiva y Salud Pública, han hallado cifras que constatan la disminución general del consumo de alcohol, sobre todo entre los bebedores ocasionales y sociales.
Sin embargo, a pesar de esa disminución general, se detectó un aumento en el consumo de alcohol entre los usuarios de alto riesgo, incluyendo aquellos con síntomas depresivos, estrés, mala salud mental o que utilizaban el alcohol como mecanismo de afrontamiento.
La investigación ha llevado a cabo una extensa revisión sistemática sobre el impacto de la COVID-19 en el consumo de alcohol en jóvenes de todo el mundo, y que ya se ha publicado en la revista Public Health es parte de la tesis doctoral de Lorena Botella, que será defendida en los próximos meses.
Estos resultados son similares a los cambios en los patrones de consumo de alcohol que se han observado en otros desastres naturales y eventos traumáticos, como el 11-S y huracanes. Por ejemplo, tras el atentado del 11-S en Nueva York, el consumo de alcohol aumentó entre los habitantes de esa zona, especialmente entre los que padecían trastorno de estrés postraumático.