Lo esotérico y lo cotidiano de la vida monástica son aspectos poco conocidos debido, quizás, al hermetismo eclesiástico de la vida monacal. Surgen así preguntas como: ¿qué tipos de trabajos se realizaban en el claustro?, ¿cómo se mantenía el conjunto en unas condiciones tan salubres? Cuestiones a las que se ha dado respuesta el curso de Las Claves del Románico, organizado por la Fundación Santa María la Real.
“Nuestro objetivo ha sido enseñar las funciones que cumplían las diferentes estancias que formaban el monasterio románico, desde las propiamente litúrgicas hasta las más básicas para la supervivencia”, explica Pedro Luis Huerta, coordinador del curso. “Hemos analizado desde el valor de las bibliotecas, pasando por la topografía del monasterio o cómo la comunidad sabía manejar de manera perfecta sus recursos hidráulicos”, concreta.
Al igual que otras ediciones, la actividad formativa se divide en dos convocatorias anuales con idénticos contenidos, por lo que quienes lo deseen, tienen una segunda oportunidad de participar del 26 al 28 de julio.
La arquitectura hidráulica y la topografía del claustro
Uno de los temas en los que ha profundizado el curso se ha sido el del agua como fuente de vida y uno de los elementos más importante en el claustro. Empleado con fines litúrgicos, alimenticios, higiénicos e incluso económicos, fluía por la mayor parte de los habitáculos del edificio. Así, lo explicaba Ester Penas González, investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid, quien centraba su ponencia en la inteligente arquitectura hidráulica de la época, basándose en puntos como las piezas que lo forman, el personal encargado de su uso o sus funciones.
Por su parte, José Luis Senra Gabriel y Galán, Catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, exponía la influencia que tenía la topografía del monasterio en la vida monacal. Los cerca de 50 participantes en esta edición de Las Claves, han podido descubrir cómo esta topografía, por ejemplo, servía para aumentar la intimidad o individualidad del monje, mediante la construcción de estancias sumamente jerarquizadas. Circunstancia que afectaba al modo de vida de los novicios que aprendían no solo de sus textos o sus dogmas, sino también al moverse por el monasterio o al observar distintos elementos del paisaje como estatuas o cuadros.
La importancia de la epigrafía y la documentación
Vincent Debiais, de la École de Hautes Études en Sciences Sociales de París, analizaba, desde la epigrafía, los ritos de enterramiento en un monasterio románico, focalizándose en la conmemoración de los difuntos y exponiendo la importancia de las iglesias, los claustros y las salas capitulares.
A través de las palabras de Marta Herrero de la Fuente, de la Universidad de Valladolid, los asistentes han podido adentrarse en los scriptorium y bibliotecas medievales, para descubrir que, en general, no eran tan grandes ni contaban con tantos volúmenes como se ha reflejado en el cine o la literatura. También han podido conocer la precisión del trabajo de los copistas y cómo se dedicaban en cuerpo y alma a la elaboración de códices y otros documentos.
La vida monacal más allá de los libros y la liturgia
Aunque los rituales eclesiásticos constituían el punto central de la vida de un monje, existían otras funciones, tareas y necesidades que debían ser atendidas y cubiertas. La última sesión del curso se centraba en estos aspectos. Pablo Abella Villar, del equipo de historiadores la Fundación Santa María la Real, habló de las áreas menos estudiadas de los templos cistercienses. Espacios, como los dedicados a la alimentación, el descanso, el hospedaje o la enfermería.
Cerraba el curso, Fernando Salmón, Catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad de Cantabria, quien habló específicamente de los cuidados del cuerpo y el mantenimiento de la salud. Dividiendo su intervención en tres aspectos claves: la creación de textos y recomendaciones para el cuidado y la salud, el monasterio como lugar de asistencia sanitaria y el tratamiento de los problemas de salud.
Las ponencias se vieron completadas por sendos recorridos guiados por los monasterios palentinos de San Salvador de Nogal de las Huertas, San Zoilo de Carrión de los Condes y Santa Cruz de la Zarza en Ribas de Campos, donde, cual novicios, los asistentes pudieron comprobar in situ buena parte de las lecciones aprendidas durante el curso.