Catalunya siempre ha sido un territorio donde la solidaridad suele aflorar, especialmente si se trata de temas sanitarios. Ahí destaca especialmente la donación de órganos y los trasplantes. Y es que, tal y como ha confirmado la Organització Catalana de Trasplantaments (OCATT), Catalunya ha pasado la barrera de 50 donaciones de órganos por cada millón de habitantes, una cifra récord que demuestra esta gran solidaridad. En 'La Ciutat' hemos hablado con una donante y un receptor, dos emotivos casos que explican esta realidad.
El amor lo puede todo
Dèlia Flores hizo una donación de riñón para salvar la vida de su marido. Fue hace ocho años, y como explica la propia Dèlia, "mi marido hace mucho tiempo sufrió una enfermedad de riñón que hacía que se degeneraran progresivamente, y un buen día me dijo que su nefrólogo le comunicó que tenía que hacer diálisis, que habían dejado de funcionar. A partir de ese momento empezamos a hacer pruebas de compatibilidad porque tenía claro que quería ser su donante. Cuando empiezas todas las pruebas te explican cosas donde compruebas que no tenemos ni idea de nada en este ámbito", reflexiona Flores, que se muestra incluso sorprendida de lo preciso que tiene que ser todo en este proceso: "Sorprende mucho que en el protocolo que hay todo está trabajado y coordinado hasta el más mínimo detalle: pruebas analíticas, anticuerpos y todos los procesos que se tienen que pasar". En su caso, Dèlia confirma que "cuando donas a un conocido es más fácil, además nosotros fuimos compatibles. Una vez confirmado lo siguiente fue una visita al psicólogo para confirmar que estás bien y que tienes claro dar este paso y al notario, porque tiene que quedar constancia. Son pasos muy importantes".
Lo que sí espera Dèlia que haya cambiado es "el hecho de que, cuando tú donas y el donante es conocido igualmente tienes que respetar el protocolo y los dos pacientes están en salas diferentes. En mi caso no pude ver a mi marido hasta tres días después, y claro, estuve preguntando constantemente si él estaba bien".
Por lo que a la intervención respecta, Flores confirma que "mi marido estaba convencido porque me veía a mi muy convencida. La intervención fue muy bien, todo perfecto, de hecho al cabo de dos semanas ya estábamos dubiendo la montaña del Pedraforca. Nosotros somos de hacer mucho deporte y en nada ya estábamos subiendo montañas, y desde entonces no hemos parado".
Una nueva vida
El caso de Joan Alba es el de un vecino de Sant Pere de Ribes que nació con una miocardiopatía hipertrófica y hasta los 48 años no pudo recibir un corazón. Hoy, después de recibir hace siete años un corazón, puede confirmar que "puedo hacer deporte, de hecho salgo de un partido de pádel. No había podido hacer deporte en mi vida y desde el trasplante he podido comprobar lo que es la vida sin tener problemas en el corazón".
Alba explica que "esa miocardiopatía hacía que la pared de mi corazón midiera 22 milímetros en lugar de 11, lo que hacía que funcionara mal. Tuve 8 paradas con 24 fibrilaciones, micro-infartos y dos muertes súbitas recuperadas por el DAI (desfibrilador interno). Después de la intervención estoy teniendo otra vida totalmente distinta, puedo decir que llevo seis años sin cansarme al hacer mi vida".
Su caso es especialmente duro, porque son afectaciones severas y repetidas durante muchos años, pero Joan no cree "que haya vuelto a nacer. Yo ya nací ahora hace 55 años y he tenido mi vida. Lo que ha cambiado es que he descubierto lo que es tener una vida sin problemas en el corazón".
El gesto de donar salva vidas, y el caso de Joan es una buena muestra que le tiene agradecido de por vida: "Los trasplantados tendríamos que besar el suelo por el que pisan los donantes, en el caso del corazón la familia que da el paso de donar los órganos de un ser querido que acaba de fallecer, esto no se puede expresar con palabras.
Sobre si le gustaría conocer a la familia del donante, Alba confirma que "claro que me gustaría para poder agradecerles el gesto, pero aquí no es posible por ley. En Estados Unidos sí que se hace porque la ley lo contempla, pero aquí no. También es verdad que no todos los casos van bien en este sentido, conozco de cerca el caso de un hombre que donó los órganos de su hijo y al poco tiempo estaba buscando los receptores porque se había arrepentido. Hay las dos vertientes, la felicidad y la satisfacción, pero también el arrepentimiento".
Por último, Joan ha querido destacar "la labor de los equipos médicos. Es brutal, son increíbles a la hora de saber cómo tratar a las personas desde todos los ámbitos, el médico, el psicológico, con una empatía brutal. Es indescriptible su labor, y organizaciones como OCATT, que están permanentemente pendientes de todos los detalles que rodean un trasplante, desde la disponibilidad de órganos a la posibilidad de hacer trasplante, es brutal. No hay palabras para agradecer todo esto", concluye Joan Alba, que a sus 55 años vive una vida totalmente normal.