La Edad Media está considerada como una época oscura del ser humano, además de sucia, mal oliente y llena de enfermedades. La historia está llena de mitos y creencias que demonizan este periodo dónde imaginamos calles llenas de basura, y personas sin lavar, pero que no fue exactamente así.
Una leyenda que, según los historiadores, difiere completamente de la realidad. Los espacios comunes de las ciudades tenían normas muy claras para gestionar y evitar la concentración de basura, excrementos, y otros restos. Según el historiador y guionista Javier Traité “Existían normas para regular que el entorno de las ciudades estuviese limpio, algo que beneficiaba a los negocios y a los propios vecinos”. Unas normas que en su libro 'El Olor de la Edad Media. Salud e higiene en la Europa Medieval' califica de Paisajismo Sanitario.
En esta obra, escrita a cuatro manos junto a la entomóloga y divulgadora Consuelo Sanz de Bremond, se descubren preocupaciones como la gestión de la basura. Este tema les obsesionaba, y mucho, por eso se buscaban siempre espacios fuera de las ciudades dónde llevarla y alejarla de la población. Un problema que, según Javier Traité, se complicaba cuándo las ciudades crecían y debían buscar nuevos espacios.
Traité insiste en el tema de la higiene, asegura que esta era bastante correcta tanto en los espacios públicos cómo en los privados. Afirma el historiador que la gente se lavaba más veces de las que pensábamos, lo hacían en barreños de agua que se recogía del río, y para calentarla, metían piedras calientes en el interior.
Consuelo Sanz de Bremond nos recuerda que de la necesidad nace la virtud, es el caso, explica, del agua. Había que ir al río cada cierto tiempo para recogerla y llevarla a la casa, una labor que la mayoría de las veces las hacían los más pequeños, por lo que no se podía transportar mucha cantidad. Todo ello llevaba a aprovechar al máximo el agua que traían para cocinar, lavarse y mantener la casa en condiciones.
El tema de lavar la ropa no era tan común, ya que no era necesario hacerlo tantas veces como lo hacemos hoy en día, no por falta de higiene, sino porque los ropajes estaban hechos de fibras naturales, que se mantenían mejor y más tiempo limpios. Era muy común orear las prendas, ponerlas al aire, para eliminar los olores y así también las bacterias, que son las que generan el mal olor.
Los autores reconocen que la Edad Media tenía olores característicos, pero no por la falta de higiene, la acumulación de basura o los excrementos, sino por la propia alimentación de las personas, su dieta creaba unos microorganismos que les otorgaba un olor característico.
Un libro de divulgación, basado en la documentación de historiadores de toda Europa y de todos los tiempos, que ha llevado a permitir superar ciertas leyendas sobre la Edad Media. Dónde se descubre, por ejemplo, que ya entonces la población conocía la necesidad de mantener una limpieza adecuada para alejar las enfermedades..