Comienza una temporada difícil y de enormes incógnitas. Tras la sacudida y la marcha de piezas tan importantes en el equipo llega una temporada de enormes incógnitas en cuanto al rendimiento que puede dar el equipo.
Y esas dudas también se ciernen en torno a la figura de su entrenador Ronald Koeman.
Y no es porque esas dudas las tengamos los medios de comunicación o los socios y aficionados del Barcelona, no. Es que esas dudas se hacen extensibles a buena parte de la junta directiva que ya en la negociación de su continuidad al frente del banquillo azulgrana no lo hicieron convencidos al cien por cien y además lo evidenciaron. La falta de una alternativa de garantías y el coste económico de la destitución no lo aconsejaban. Vamos que no se lo podían permitir.
La relación de Koeman con la directiva de Joan Laporta no ha sido nunca fácil. Nunca creyeron ciegamente en el. No creen que represente la filosofía más Pura del barcelonismo que pretenden impregnar y dudan que reconduzca su camino por más que reciba consejos de la cúpula del club. Los últimos minutos del Barcelona- Getafe así lo gesticulan. Incidir en terminar defendiendo en tu área com tres centrales se aleja mucho del paradigma de lo que debe ser el Barcelona para Joan Laporta y los suyos.
Y en esas empieza la temporada con la decisión del club de ofrecerle una renovación condicionada al técnico holandés . Un caramelo envenenado podría decirse, pero en definitiva es una gran jugada de póker.
Ratificas a tu entrenador y le refuerzas ante la opinión pública y ante su vestuario de tal manera que consolidas el puesto. A la vez lo condicionas a lo que tú quieres que sea el Barcelona. Si no ganas o no lo haces cumpliendo una premisa, tu ya lo habías avisado y le pasas la patata caliente al entrenador. Doble jugada ganadora parece.
Lo que de verdad parece es que el año no va a ser fácil ni para el técnico ni para las relaciones con la junta directiva. No parece una unión muy natural y cuando eso ocurre esas relaciones suelen romperse antes de lo que uno imagina. Y en esas parece vivir, en la interinidad permanente el actual Barcelona. Permanezcan atentos a la pantalla. Seguro que no acabarán decepcionados con la novela.