30ytantos: La felicidad engorda
La felicidad engorda y las desgracias adelgazan. Esto que muchos hemos vivido en nuestras carnes, y nunca mejor dicho, pues va a ser que tiene evidencia científica.
Científicos de las universidades de Granada y Argentina han descubierto, por primera vez, que los estados psicológicos modifican el sabor de los alimentos y provocan que la comida sepa más o menos amarga, dulce o ácida.
Como me contaba David García-Burgos, del grupo investigador de Neuroplasticidad y Aprendizaje de la UGR y uno de los investigadores del estudio, lo que han descubierto es que las respuestas afectivas y el valor de recompensa de alimentos como el café, el chocolate, la cerveza o el zumo de pomelo, varían en función de si nos sentimos estresados, tenemos hambre o estamos preocupados por nuestro peso.
Se ha estudiado con los alimentos amargos, en general frutas y verduras, porque es el sabor que más rechazo produce en personas con obesidad.
¿Y todo esto para qué? Pues depende del objetivo. Para adelgazar, para eliminar ciertos alimentos de nuestra dieta por su carácter nocivo… Porque este estudio lo que demuestra es que no hace falta que estemos fatal ni que nos den un disgusto, para que nos sepan mal los alimentos ya que, si los dotamos de carga ideológica conseguiremos que nos produzcan rechazo o que no nos sean tan placenteros.
Por cierto que hablando de estudios y de adelgazar, hete aquí uno del Instituto de Salud y Envejecimiento de la Universidad Católica de Australia bastante ridículo que dice que conducir más de una hora al día, engorda. Según las conclusiones las personas que pasan más de una hora diaria al volante, pesan una media de 2.3 kilogramos más que aquellas que reducen ese tiempo a 15 minutos o menos. Además, estas últimas tienen un promedio de 1.5 centímetros menos de cintura. Lógico, ¡unos se mueven y otros no! En fin…
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