El 'hostal patera' estaba situado en un garaje y un sótano de 140 metros cuadrados sin ventilación ni salidas de emergencia. Estaba dividido en nueve habitaciones con quince camas separadas por maderas, una cocina sin salida de humo con el techo lleno de moho y un baño compartido sin las mínimas medidas de higiene.
Cada inmigrante pagaba mensualmente 150 euros por unas habitaciones que también contaban con plagas de ratones e insectos, según ha explicado a Onda Cero la portavoz de la Policía Municipal, Carolina Pérez.
"El establecimiento se encontraba en un estado de salubridad muy deficiente, un foco de infección. Tenía plagas de insectos y roedores. Se comprobó que el establecimiento era de uso comercial y se localizó en un portal de venta de segunda mano estas habitaciones publicitadas por 150 euros mensuales", ha dicho.
Los inmigrantes no sólo vivían en condiciones infrahumanas, sino que también corrían peligro porque la construcción era inflamable y no contaba con extintores.
La Policía llegó a este establecimiento alertada por los vecinos. El encargado era también inquilino y había tres más alojados allí en el momento del cierre del local.
Los recibos que justificaban los pagos no tenían validez documental porque no contaban con los datos del arrendador, que tampoco exigía a los huéspedes acreditar su identidad.