opinión

Despelote en la piscina de Carcaixent

Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho

ondacero.es

La Ribera | 23.09.2024 14:02

No me cambio y me ducho en muchos lugares públicos, tan solo en las dependencias de la Piscina cubierta de Carcaixent. ¡Y ni tan mal! Un privilegio que tenemos los vecinos, oiga. Pero el caso es que solo puedo hablar de los vestuarios de la piscina de Carcaixent, y no de otros, pero tengo la impresión de que lo que yo veo, quizás, puede ser compartido por varios oyentes que se despelotan aquí y allá y observan a esos críos que, ya no lo son tanto, descubriendo al otro sexo mientras su progenitor o su progenitora se cambian de lo más relajados.

Debe ser que me estoy haciendo mayor y mi forma de ver la educación se ha quedado en blanco y negro, pero yo no expondría a mis hijas en el vestuario de caballeros, sobre todo si tuviesen que ver a desconocidos completamente desnudos paseándose delante de ellas. Digo desconocidos por no decir a tu vecino, a tu profesor o al padre de tu amiguita. No son muchos los padres que se dedican a pasear a sus hijas por el vestuario de hombres, pero los hay, oiga. Los hay, y tan tranquilos. Alguien dirá: es una niña. Pues yo le digo que con siete años ya se cambian solos en el colegio. Alguien dirá: es que no viene con la madre. Pues yo le digo que, la última vez que vi a una niña en mi vestuario, su madre estaba afuera haciendo deporte. Alguien dirá: debería haber un lugar para poder cambiar a los niños. Pues yo le digo: sí lo hay y allí se cambia todo quisqui también, menos las niñas. Alguien dirá: a la niña no le molesta. Pues yo le digo: a mí sí y eso es suficiente para comprender cómo funciona el civismo.

No es que no haya comentado esto a los empleados de la piscina, pero ellos amablemente se atienen a las normas: hasta los 8 años se pueden cambiar con sus padres. Y es que así está el mundo, sometidos a las normas, a las denuncias y a expensas de leyes que no siempre tienen sentido, pero que hay que cumplirlas. Sin embargo, lo que más me sorprende de esta sociedad es la laxitud de sus valores que a veces se ven reflejados en actitudes tan incómodas como esta. ¿Es que no tienes suficiente sentido común para darte cuenta de que pasear a tu hija entre desconocidos desnudos no es progre, ni vanguardista, ni liberal? Simplemente es no ponerse en la mirada de tu hija, ni en la de los demás que comparten vestuario contigo.

¿Y la piscina? Pues la piscina debería facilitar las cosas también, oiga. O bien que el espacio de los menores se respete, o bien establecer un horario en el que los menores puedan entrar con sus progenitores a los vestuarios del otro sexo. ¡Y que lo cumplan! La insensatez de unos pocos no puede ser solucionada con el silencio, por más que dos o tres tengan en su cabeza que el sexo es fluido y va de aquí para allá.

¿Qué quieren que les diga, amigos? Esto es un despelote y quería compartirlo con todos. Perdonen ustedes mi estriptis.

www.javierariasartacho.es

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