OPINIÓN

España, esa tierra que se descose en silencio

Por Javier Arias Artacho

ondacero.es

La Ribera | 02.09.2024 14:06

Una temporada más, volvemos a las andadas y tengo la sensación de que las cosas no han cambiado demasiado en España. Solo se han dormido en un pesado agosto. La perspectiva del verano me ayuda a valorar la buena calidad de vida que tenemos, pero al mismo tiempo se evidencia las señales de una decadencia silenciosa y tolerada por una mayoría anestesiada.

¿A qué señales me refiero? Recuerdo que no hace demasiados años, RENFE y la Seguridad Social eran dos realidades de prestigio y orgullo para los españoles. Hoy tenemos un 20% de los trenes que no funcionan, son impuntuales y se ha decidido por aclamación popular que sean casi gratuitos por populismo. La indignación con este medio solo la conocen quienes lo sufren para ir a trabajar. ¿Y la sanidad? ¿Qué decir de ella? Hace mucho tiempo que sabemos que se ha derrumbado, que no hay médicos y que cada vez recibe más usuarios. Quien puede, se contrata alguna fórmula de sanidad privada, porque ya nadie se llena la boca hablando de la sanidad española. ¿Y qué decir del sistema jurídico? Solo hay algo que ha quedado evidenciado: que el poder mueve los hilos de los jueces según su conveniencia y que un prófugo de la justicia se puede pasear por Barcelona ante televisiones, policías y multitudes, y volver a pasar la frontera sin más. Me da la sensación de que todo funciona entre remiendos y que en cualquier momento las costuras reventarán, como las autopistas, de pago en toda Europa, pero inexplicablemente gratuitas en España, como si se mantuviesen solas.

Suma y sigue el gasto público.

¿Y la inmigración? La inmigración es ese tema tabú que es manipulado por los unos y por los otros, pero es un hecho indiscutible que preocupa a la mayoría de los españoles que, si se preocupan en público, son ya etiquetados de racistas y fascistas. Durante este verano me dio por pensar qué sucedería si los latinoamericanos y otros tanto decidiesen hacer huelga. Creo que el sector servicio del país colapsaría, porque son necesarios. Sin embargo, al mismo tiempo, a una inmensa mayoría les preocupa esa inmigración magrebí que ha venido a imponer en las calles hiyabs y chilabas, lo mismo que cierta inseguridad que cuesta reconocer. Al mismo tiempo que observamos un puente de plata entre Marruecos y España, asistimos al drama migratorio de todo un continente africano que está dispuesto a jugarse la vida en las pateras por un futuro mejor. Y esta realidad es incontenible mientras Europa sea un escaparate de lujo y no participemos en el verdadero desarrollo de África. Sin embargo, no debemos olvidar que la mayoría de la migración llega por los aeropuertos.

Ninguna solución es fácil, rápida y carente de complejidad. La realidad no es blanca ni negra. Es gris. La pregunta es, ¿existe un plan? ¿Hay algún deseo de llegar a consensos y admitir que la inmigración es necesaria, inevitable y, al mismo tiempo, hay que buscar mecanismos para regularla de mejor manera? A mí me da la impresión de que no.

Pues eso, aquí volvemos a las andadas, con una España dormida… Hasta que reviente.

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