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La ética del todo vale

Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho

ondacero.es

La Ribera | 17.06.2024 14:25

Hace unos días, la cruzada personal emprendida por Patricia Ramírez, la madre de Gabriel Cruz, aquel niño asesinado por quien fuera la novia de su exmarido, Ana Julia Quesada, abortó la grabación de un documental donde la asesina participaba en él desde prisión. Todos recordamos aquel caso por el cinismo de Ana Julia, quien participó en la búsqueda del niño, derramaba lágrimas de cocodrilo para que sus captores lo liberasen, al mismo tiempo que escondía su cadáver.

Para los que tenemos algunos años, también os sonará el famoso crimen de las niñas de Alcásser en la década de los 90. Fue uno de los asesinatos más mediáticos en la historia de la televisión. El secuestro, violación, tortura y muerte de Toñi, Míriam y Desiré sublevó a la opinión pública española. Antonio Anglés, uno de los asesinos, consiguió escapar. El otro, Miquel Ricart, fue detenido, juzgado y condenado por el triple crimen. Pues ahí tenéis al pájaro ya salido de prisión y con una editorial editándole su libro para contar “su verdad”. No se trata de ninguna editorial seria, desde luego, pero el simple hecho de la búsqueda del lucro a cualquier precio, indigna.

Vivimos en una sociedad donde el todo vale, donde la ética ya no es un principio que rija los actos públicos, ni el proceder social. Las series que ven nuestros hijos están preparadas para hacer caja y no para educar, en muchos casos, digo. Los modelos que a veces se proponen no gozan de ninguna constatación positiva, sino porque están en boca de todos y son atractivos. Todo vale y todos pueden hablar de todo y con más facilidad si nos sumamos al pensamiento único, ideologizado, aquel que no le interesa el debate.

Soy de los que creen en el valor fundamental de la libertad de expresión, me guste o no lo que piense u opine el que es diferente a mí. Sin embargo, sí que creo que debería haber una censura pública hacia aquellos que buscan el negocio a costa del dolor, la difamación o el odio. La amonestación pública a la falta de ética debería ser el filtro que nos protegiese de los abusos y no la prohibición. No todo vale, en eso estamos de acuerdo, pero es más productivo educar que prohibir. El problema es que convivimos en una sociedad que ha perdido el norte y a la que se la ha ido despojando de esos principios que tenían las generaciones anteriores. La escuela ya no siempre es un atalaya de valores y algunas familias han abdicado de su responsabilidad de educar en lo correcto y en lo bueno.

Siento que nuestra sociedad va a la deriva y, sinceramente, no soy optimista al respecto. Creo que todo habrá de caer y derrumbarse, hasta que comprobemos que los valores humano-cristianos que nos han conducido hasta aquí necesitan ser retomados y actualizados, mal que les pese a aquellos que creen que sin ellos avanzamos hacia un mundo mejor.