Hoy os quiero hablar de la campaña contra el hambre que impulsa anualmente Manos Unidas. En nuestra sociedad materialista y consumista nos cuesta visualizar que compartir es nuestra mayor riqueza. Más allá de las precariedades que existen en el paraíso europeo, se nos hace difícil salir de nuestra zona de confort y caer en la cuenta de las extremas necesidades que existen en nuestro planeta. Extremas desigualdades, diría yo, porque el 1,5 % de la población mundial acumula el 50% de la riqueza. Nos cuesta salir de nuestra burbuja y revisar datos que aterran, porque no solo se trata del hambre, sino de cifras que apuntan a 50 millones de personas en estado de esclavitud y a más de 160 millones de niños sufriendo con la explotación infantil. Nos cuesta verlo porque nos construimos muros y pensamos: “a mí no me ha tocado”. Sin embargo, nuestra reciente historia nos ha enseñado que el mundo puede cambiar en un instante para todos, como sucedió con la COVID 19, y que el sufrimiento está a la vuelta de la esquina y puede llamar a tu puerta de una forma inesperada, tal como sucedió con la DANA de Valencia. Entonces sí que empatizamos con el sufrimiento. Entonces sí hubo lecciones de solidaridad. Entonces sí que supimos ver las necesidades, porque podíamos tocarlas con nuestras propias manos, desde muy cerca.
Ese es el cometido de la campaña de MANOS UNIDAS: hacernos visible las necesidades del mundo, las desigualdades sociales y aquellas injusticias que no nos pueden dejar indiferentes. Muchas veces nos mostramos reacios a los movimientos migratorios, ¿pero somos capaces de emprender acciones que cambien el mundo? ¿Tenemos este objetivo dentro de las prioridades de nuestra sociedad? El Papa Francisco nos recuerda que la prosperidad solo es justa cuando es compartida por todos y que, tal como tenemos montado nuestro chiringuito mundial, el progreso y la riqueza no están llegando a los más vulnerables del planeta.
MANOS UNIDAS no solo nos pide nuestra colaboración, sino que intenta promover un cambio en nuestra cultura individualista y materialista. Participar de la Cena del Hambre que se promueve en diversas localidades solo es un signo de todo lo que se puede hacer, solo algo pequeñito de lo muchísimo más a lo que estamos llamados. Sin embargo, año a año, observo cómo cada vez hay menos gente que participa en este evento, como si la pobreza no fuera con ellos. La Cena del Hambre tiene fila cero y la ONG cuenta con diferentes vías de participación en sus campañas que podemos ojear desde su página web, pero participar en estos actos solidarios tiene una fuerza social extraordinaria y es bueno que seamos luz para un mundo mejor.
Son los voluntarios y las voluntarias quienes mueven MANOS UNIDAS y esperan de nosotros estas cosas, que nos recordemos que la solidaridad nos genera felicidad, que la pobreza no es cosa de unos pocos y que, este próximo VIERNES 7 DE FEBRERO, participes en la Cena del Hambre. En ella o en cualquier evento que promueva la ONG durante estos días en que se nos recuerda, nada más y nada menos, que somos unos privilegiados, los ricos del planeta.