No somos Venezuela. ¡Claro que no! A veces los extremistas se pasan de tendenciosos y la cuerda se rompe. España goza de una salud democrática que dista mucho de Venezuela. Sin embargo, queridos amigos, no puedo decir que no haya cierto tufillo megalómano, cierta banda sonora autocrática que, de seguir así, siente las bases de una nueva forma de gobernar y hacer política.
La imputación del fiscal general del Estado Álvaro García Ortiz por revelación de secretos es la gota que colma el vaso. ¡Y ya van muchas! Y es que la imputación se produce por el Tribunal Supremo y por unanimidad. Es más, el Consejo Fiscal también pide por mayoría que abandone el cargo, considerando insostenible su situación. Pero el lacayo puesto a dedo por nuestro presidente dice que nones y todo el aparato del partido socialista se pone en marcha para decir que la Tierra es plana. Y cuando digo el aparato me refiero a la enorme influencia que tiene en los medios de comunicación donde, una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad. Es el modus operandi de Pedro Sánchez que, estando por encima del bien y del mal, se rodea de un coro de sirvientes y pelotas que se dedican a repetir que de día es de noche, y que de noche es de día. Es una estrategia que funciona porque los fanáticos que lo oyen no entran en razón, sino que repiten “y tú más”, “y es fango”, “y es mentira” tal como les hace repetir la Factoría de Moncloa.
Da igual que toda la magistratura se lleve las manos a la cabeza, el presidente dice que es inocente, y amén. Da igual que la vicepresidenta de Venezuela llegara a suelo español teniendo prohibida la entrada a Europa, y que un turbio trasiego de maletas en Barajas fuese de aquí para allá. No importa. Nuestro presidente dice que no sabía nada, y en paz. Da igual que imputen a su mujer por tráfico de influencias, Sánchez dice que se equivocan y que el juez es el culpable, ¡y santas pascuas, amigos! Es su forma de proceder, la impunidad con la que construye un relato que compran sus masas, aunque diga que el desierto está lleno de hielo y que las vacas vuelan. No importa, su factoría lo convierte en verdad y, para burlarse de aquellos que todavía estiman a la razón, enarbola el bulo de una regeneración democrática y un veto a los medios.
¡Qué quieren que les diga, amigos! No es Venezuela, pero igual que Maduro dice que en octubre es Navidad y todos, sí, guana, también en España se le permite esa impunidad a nuestro presidente que ni se sonroja por mentir. Le encanta hacerlo o, como él dice, cambiar de opinión. A Pedro Sánchez le cuesta reconocer las cosas. Es un hecho. Quizás, por eso, tampoco es capaz de reconocer la victoria de la oposición en Venezuela. Ni los aliados más allegados al chavismo como el presidente brasileño Lula Da Silva dieron por buenos los resultados, mucho menos Europa y cualquiera de los organismos que supervisaron las elecciones en el país. No importa. Maduro dice que es de noche cuando es de día y se marca un Sánchez, o Sánchez un Maduro.
Todavía estoy esperando que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, líder en valores democráticos, explique por qué avala un golpe de Estado, lo mismo que, por supuesto, avala Moncloa, Sumar, Podemos y todo el equipo de impunidad sincronizada.
Aquí decir mentiras sale muy, pero que muy gratis. Solo hay que repetirlas varias veces para que se conviertan en verdad, y luego callar, porque el rebaño está manso… y no dirá nada.