Debo decir de antemano que escribo esta columna antes del lunes y que desconozco si nuestro presidente de queda, se va o se toma algo más de tiempo para reparar su ego. No lo sé, pero Pedro no se va. No sé qué fórmula utilizará el mago de la política española, pero no me cabe en la cabeza otra decisión que seguir mareando la perdiz. ¡Es que se me caería un mito! No sería nuestro presi. No, ese no sería nuestro presi. Recuerdo el cuento de El libro del buen amor, aquel en que el alacrán suplicaba a la rana que lo ayudara a atravesar el agua para no ahogarse, jurándole que no la picaría porque, de hacerlo, morirían los dos. Sin embargo, cuando se encontraban en medio del inmenso charco, ¡zas!, picotazo a la ranita. ¿Por qué lo has hecho?, le preguntó la pobre inocente hundiéndose. Es mi condición, no puedo evitarlo, le respondió el alacrán.
Pedro Sánchez me hizo acordar a esos partidos de fútbol de cuando éramos niños. Alguna vez el dueño de la pelota se enfadaba y decía: ¡hala! Me voy. Y todos a rogarle y a suplicarle, y venga y venga. Nuestro presi está hasta los cojines, y no es para menos. Eso es verdad: es ese muñeco de trapo que le dan por todos lados. Si no son los unos, son los otros. ¡Pero es que nuestro presi eligió estar ahí y meterse en todos los charcos que encontró por el camino! Ni las elecciones ganó el pobre y ahí va soportando cómo lo torean con la amnistía, los referéndums, los Koldos y ¡y ahora su esposa! Probablemente inocente de todo cargo, digo, que aquí nos marcamos un Mónica Oltra cada dos por tres.
Es así, nuestro presi tiene mucho que aguantar. Es verdad. Pero cuando uno dice que se va, se va. Uno se lo medita solito y luego lo suelta, digo, a no ser que esperara que todos los que lo aman (diría yo que lo veneran) saliesen a cantarle baladas de amor por todos sus canales mediáticos. Y saben lo que les digo, queridos amigos, que eso sí que le gusta a nuestro presi, a su ego, a ese afán de protagonismo eterno, megalómano llamado a dividir entre los que lo odian y los que lo aman. ¡Y es que por aquí va el asunto, amigos! Nuestro Pedro Sánchez en estado puro.
No estoy de acuerdo con que se viertan falsas acusaciones contra un político o su familia. Del lado de la derecha también hay juego sucio. ¡Claro que hay juego sucio! A la mayoría de los españoles no nos gusta el juego sucio. Sin embargo, esa guerra de guerrillas está en todos los barrios y no es ajena a la factoría Sánchez. Si no, ¡que se lo pregunten a Isabel Díaz Ayuso! Tiene a todo el aparato mediático de Pedro Sánchez buscándole las cosquillas. Incluso la vicepresidenta de gobierno disparó en el congreso contra la esposa del líder de la oposición, Feijóo, aunque la pólvora resultó mojada. ¿Qué quieren que les diga, amigos? Entendería perfectamente que también Isabel Díaz Ayuso se largara a su casa también, claro que sí. Convocas una rueda de prensa, sueltas la bomba y ya está: me voy.
Pero nuestro presi no quiere irse. Nuestro presi solo necesita un minuto más de gloria. Él no ha venido para irse así. Es alacrán, amigos. ¡Alacrán! Y está harto, muy harto, pero cuestiona a los medios de comunicación que no le ríen las gracias y calla cuando sus fanáticos cuestionan a los jueces. Colocó a la exministra Dolores Delgado en la Fiscalía General del Estado, al socialista José Félix Tezanos al frente del CIS y a una presidenta de RTVE con carnet socialista. Y más, muchas más. ¡No parece un político desvalido y no sabedor de que genera polémica y ruido! Sinceramente. Le va en el sueldo.
Pero Pedro no se va, tranquilos. Entre otras cosas, porque no debe. Es el presidente que eligió nuestro parlamento y tiene el derecho a gobernar y a que lo dejen gobernar. Y él, derecho a defenderse, a tapar bocas y poner las cosas en su sitio. Si puede, claro. Si puede, porque esta pataleta de adolescente que se lleva la pelota me parece tan inaudita que pasará a la historia como una más. Una más de su manual de resistencia.