Rototom Sunsplash, 25 años de buen ambiente
Bajo el lema “25 años caminando juntos” arranca la vigésimo quinta edición del festival de reggae más importante de Europa.
25 mil personas diarias pasarán por el Rototom festival en su vigésimo quinta edición con un impacto económico de cerca de 23 millones de euros indirectos y 22 directos. Estas son las cifras de un milagro de Babilonia, como se entiende el paraíso en la cultura rasta, que ha ganado terreno desde el día en que se pensó.
El Rototom siempre ha significado algo más que un festival. Ofrece tanto conciertos musicales como actividades culturales. Por sus conversaciones y conferencias de reflexión centradas en las desigualdades sociales de todo tipo han pasado intelectuales de la talla de Zygmunt Bauman y premios novel.
Lo que comenzó como una reunión de amigos a los que les gustaba la música reague, hoy en día se ha convertido en una cita multitudinaria e imprescindible para los amantes de los ritmos africanos, el buen rollo y sonidos que buscan tanto pasar un buen rato como la transformación social.
Una de las mayores peculiaridades del Rototom es su visión familiar. No es extraño durante estos 25 años ver a familias de todo tipo con niños y niñas. Los valores de compartir, respeto por el medio ambiente y el respeto por el diferente no solo se inculcan en casa o en la escuela, un festival de música también puede ser un espacio de socialización para los más pequeños. Los directores del evento han pensado en ello y en estos 25 años es una seña de identidad. Sus colaboradores proponen actividades para los futuros rastas con la intención de continuar formando a la vez que se baila.
Es difícil vislumbrar como continuará o evolucionará en Rototom Sunsplush Festival, pero lo que es seguro es su continuidad y su apuesta diferencial por el civismo, el amor fraterno y solidario y la apuesta por mejora de las condiciones de vida de las personas sean de dónde sean, vengan de dónde vengan y tengan las orientaciones que tengan. No existe en Europa, nada que se asemeje. En un momento en el que la intolerancia recorre el viejo continente, parece más necesario que nunca su continuidad, por lo menos para 25 años más de buen rollo.