La soledad debe aprender a verse como un proceso “voluntario y justificado y al que hay que otorgar un gran respeto” puesto que, en muchos casos, “se trata de una elección necesaria para su protagonista”. Así lo han manifestado Silvia Ortiz, psicóloga del Hospital Vithas Aguas Vivas y del Centro Médico Vithas Alzira y el doctor Víctor Navalón, psiquiatra del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre.
En opinión de Silvia Ortiz, la impresión con la que asumimos esa soledad “es parte de la valoración subjetiva personal del tipo de relaciones que poseemos, bien por su calidad o por su cantidad, influida principalmente por nuestra cultura y nuestras propias expectativas particulares respecto a lo esperado socialmente frente a los próximos eventos navideños”.
Ortiz ha explicado que, “deberíamos de ejercer poca o ninguna presión hacia los individuos que manifiesten esa retirada intencional en estos días festivos respetando su decisión” siempre que no se trate de una forma “habitualmente arraigada de aislamiento por la ausencia de relaciones significativas para esa persona”, como es el caso de personas mayores o que viven solas, “en cuyo caso prestaremos total atención”.
La sensación de soledad es “parte de la vivencia que puede sufrir una persona dentro del propio proceso de salud en el que se encuentra”, ha resaltado la psicóloga. Así, dentro de esta soledad que percibimos u observamos en nuestro entorno “puede esconderse entre otras causas y situaciones, factores personales de falta de habilidad social, conflictos familiares mal gestionados durante el resto del año, la necesidad de aislamiento frente al bullicio dada las características personales de cada individuo, un trauma ocurrido en estas fechas hace tiempo o demasiadas ‘sillas vacías’ según la edad de quien lo experimenta, la pérdida reciente de un ser querido, un compromiso de superación ante una adicción (drogas, alcohol, compra compulsiva… etc.) o programas de pérdida de peso y autocuidado”.
En esta línea, el doctor Víctor Navalón, psiquiatra de Vithas Valencia 9 de Octubre, ha recordado que, “en Navidad, es frecuente que duelos complicados por pérdida de familiares (fallecimientos, principalmente) no tratados, favorezcan la tristeza, apatía, irritabilidad e incomprensión en un momento en el cual los medios de comunicación, la publicidad y la sociedad nos muestran imágenes que nos dicen que hay que estar felices, reunidos en familia, todos sonrientes, etc. Muchas veces la persona en duelo, no se puede permitir el conectar con la tristeza y se obligan a estar bien de cara a los demás y aparentar emociones de felicidad postiza y esto puede generar ideas de culpa y empeorar el estado anímico pudiendo desarrollar un estado depresivo si no se habla o se trata con esa incongruencia emocional entre lo que realmente sienten y lo que la sociedad les dice que deberían sentir” y ha afirmado que “esa ambivalencia y desorientación afectiva puede favorecer la depresión o tener episodios de ansiedad”
Por otro lado, la Navidad se asocia con momentos en familia donde, generalmente, hay comidas más abundantes y esto puede ser problemático para las personas “que sufren un trastorno de alimenticio tipo anorexia o bulimia y para sus familiares más cercanos, que no saben cómo ayudar o cómo orientar esta situación”. Suelen presentarse alimentos “que ellos perciben como poco saludables en un entorno que no controlan (casa de abuelos, restaurantes…) y muchas veces pueden aislarse de la familia para proteger a su conviviente, generando discusiones en el domicilio familiar y frustración e incomprensión de la persona que tiene trastorno de la alimentación. Si no se orienta bien, pasadas las Navidades pueden ocurrir conductas más restrictivas con dietas más estrictas o ejercicio físico desmesurado que ponen en peligro la salud física (mayor desnutrición, problemas hormonales, etc…) y emocionales (depresión, ansiedad, irritabilidad…)”, ha añadido el Dr. Navalón.
Silvia Ortiz ha recomendado que seamos “consecuentes y respetuosos estos días, pues no sabemos qué batallas están librando las personas de nuestro entorno. Aceptemos esas retiradas voluntarias, ese tipo de soledad elegida, como parte de sus procesos evolutivos. Y, por supuesto, vivamos la Navidad a nuestro ritmo, preservando nuestro objetivo o lo que nos hace sentir bien a nosotros del resto de nuestro ambiente sin condicionar ni sentirnos condicionados”.
Por último, asegura que, durante estas fiestas, debemos “disfrutar sin que las expectativas colectivas o lo que significa celebrar por todo lo alto, haciendo gastos excesivos en comidas copiosas o decoraciones excesivas, vaya en contra de nuestros valores personales o de nuestra propia economía. Seamos fieles a nuestros procesos y a nosotros mismos también estos días, sin exigirnos estar más felices que el resto del año”.