Durante las cinco temporadas que jugué en el Ilicitano, siempre llegamos al final del curso con partidos importantes. Al final de mi etapa salió un balance de dos permanencias, dos descensos y un ascenso. Una de las permanencias, con el técnico David de la Hera en el banquillo, se consiguió en la última jornada. Aún recuerdo esa angustia y ese miedo a tener un mal día y que todo se truncara. Con el paso del tiempo uno le da importancia a haber vivido esos momentos tensos, aunque algunos de ellos no salieran bien. Sin duda sé que me hicieron aprender a relativizarlo todo mucho más.
El Ilicitano se juega la permanencia ante el Eldense, un hueso duro de la categoría. Si de algo sirve mi consejo para los chicos del filial, para aquellos que me lean, es para que traten de verlo como un aprendizaje más de su carrera futbolística. Que dejen el miedo al descenso a un lado y que nada les impida ser ellos en el campo. A partir de ahí, que ocurra lo que tenga que ocurrir. Si hay permanencia, que ojalá así sea, celebradla, amigos, porque muy pocas temporadas se puede celebrar algo cuando uno es futbolista. Y eso os lo digo por experiencia. Llevo ocho años sin lograr nada a nivel grupal al final de temporada.
En cuanto al primer equipo y la cuestión planteada sobre quedar segundo o tercero, para mí no hay duda: cuanto más arriba mejor. Una victoria en Olot reforzaría, aún más, la confianza del vestuario y, además, te haría jugar la primera ronda de playoff ante un cuarto clasificado. Prefiero evitar a los Murcia o Fuenlabrada y enfrentarme a un Rápido de Bouzas o a un Melilla, por ejemplo. Melilla, qué recuerdos. Aún así me inspira confianza este Elche de Pacheta, sea el rival que sea. Lo importante es luchar siempre por un objetivo en la vida.