Voy a Segovia muy a menudo por motivos familiares, y es muy agradable comprobar la estampa de cientos de turistas haciendo fotos bajo el Acueducto y la vida que se respira en los alrededores del monumento con las terrazas, los paseantes y las tiendas (y eso que ahora empieza a hacer frío allí).
Estos días me he acordado de que mi en primera visita a la ciudad en una excursión escolar con el Miguel de Unamuno, en los 80, todavía se podía pasar bajo los arcos del monumento con el coche (y con el autocar, claro). ¿A alguien se le podría pasar por la cabeza volver a dejar circular los vehículos en esa zona hoy en día? Evidentemente, no.
La prohibición del paso de automóviles se tomó de la noche a la mañana en el año 92, cuando el entonces alcalde de la ciudad, Ramón Escobar, del PP, comprobó los estragos de la contaminación en los sillares y el grave riesgo de desprendimientos. Pero no creo que haya nadie que pueda decir hoy que la decisión no fue acertada.
Pienso que lo mismo pasará en Elche el día que las calles del centro histórico que todavía no lo son, y especialmente la Corredera, sean peatonales. Que en muy poco tiempo nadie se podrá imaginar que los coches vuelvan a pasar por allí y les parecerá una imagen tan del pasado como a mí la del acueducto segoviano en los 80.
Alguien me podrá decir que el caso del centro de Elche no es lo mismo, claro, pero es la imagen que me ha venido a la mente cuando leo en la distancia las muchas reticencias y quejas que parece haber para completar esa peatonalización, y que llevaron al Ayuntamiento a suspender el proyecto para conseguir, aseguran, un mayor consenso con vecinos y comerciantes.
Al mismo tiempo, observo también que se hacen llamamientos y protestas porque “el centro se muere”, que las grandes cadenas que estaban instaladas allí se están marchando y que los comerciantes ven cómo su facturación baja y los altos alquileres se comen sus beneficios.
Es cierto que el problema del comercio en los centros de las ciudades es más amplio que el de la peatonalización, que se da en muchos lugares y que tiene que ver con cambios de hábitos de compra, estrategias comerciales de las marcas, los altos precios de los alquileres o con que la recuperación económica no acaba de llegar a mucha gente. Elche no es una excepción. Ya no hace falta ir al centro para comprar casi nada. Pero los vehículos que todavía cruzan por la Corredera no contribuyen a que el espacio sea más agradable para los vecinos o los turistas, que son los que al final acabarán comprando o tomándose algo allí. Así que me pregunto si el retraso en avanzar en un centro más amigable para el paseante no contribuye a esa “muerte”.
En Madrid la prohibición del acceso a los vehículos que va a poner en marcha el Ayuntamiento está siendo muy contestada por su extensión y por los plazos de su puesta en marcha, que pueden provocar en el corto plazo un montón de problemas prácticos. Las cosas hay que hacerlas correctamente, dialogando con todos los implicados y con previsión, y pensando bien cómo reordenar el tráfico para evitar el caos. Además, inevitablemente el asunto se ha politizado (ahora incluso judicializado), las elecciones están muy cerca y la oposición no puede dejar pasar la oportunidad. Pero también creo que dentro de un año o dos muy pocos seguirán pensando que es un error y plantearán una vuelta atrás. En Elche creo que pasará también lo mismo.