OPINIÓN | El maestro infiltrado

El Pacto Educativo, de los coles al parlamento

Con la llegada del nuevo Gobierno, sindicatos, estudiantes y asociaciones de padres y madres piden que se retomen las negociaciones sobre el Pacto Educativo. José Francisco Michelli y Santiago Soriano nos traen en esta ocasión el ejemplo de centros educativos que han concentrado en las evidencias cientificas argumentos de validez para lograr consensos

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Santiago Soriano y José Francisco Michelli | Onda Cero Elche

Les queremos contar una historia de consensos educativos. Érase una vez un Pacto… bueno, no, porque en marzo se rompieron las negociaciones para alcanzar la reforma educativa en España.

Pongamos entonces el ejemplo de un cole que alcanzó su propio pacto para garantizar la mejor educación a su alumnado.

Cualquier docente sabe lo complicado que es poner de acuerdo a un claustro para caminar en una misma dirección. Quien no es docente sabe de la paciencia que debe emplearse para llegar a acuerdos sobre temas como los hábitos, rutinas y límites de los hijos, la comunidad, el Mercado Central si vives en Elche o el soterramiento del AVE en Murcia. Unas veces se impone el argumento por la fuerza, pero en otras triunfa la fuerza de los argumentos.

Un señor llamado Jürgen Habermas explicó que para que prime la fuerza de los argumentos, debemos partir de pretensiones de validez. No es lo mismo decirle a un claustro: “a partir de ahora trabajaremos así porque yo lo digo”, a manifestarles que “debemos construir un proyecto que garantice el éxito académico del alumnado y mejore la convivencia del centro”. Y luego, cuando empezaron a consensuar, se encontraron con que cualquier argumento no era válido.

Todas las personas tenemos grandes ideas, pero para iniciar un debate que implique la mejora de la educación hay que formarse y documentarse. Da igual las ideas políticas que tengamos o las creencias que profesemos, si hablamos de educación, lo primero que debemos hacer es preguntarnos qué niños y niñas de nuestro centro están en mayor situación de vulnerabilidad.

¡Bingo!, es un patrón que se repite en muchas escuelas españolas y europeas de acuerdo al informe INCLUD-ED: personas con diversidad funcional, la población de origen romaní, las personas migradas y otros grupos. En otro informe del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas, publicado recientemente, se afirma que España viola el derecho a la educación de este colectivo.

Como ya tenían el diagnóstico, que además coincidía con investigaciones de referencia internacional, decidieron formarse para resolver el problema. Tampoco valía cualquier solución, por lo que decidieron buscar un proyecto que estuviera validado por la comunidad científica, con estudios publicados en revistas de impacto y que mostraran evidencias de mejora de los resultados académicos del alumnado y de la convivencia.

Parece algo sencillo, pero no lo es, porque en la opinión pública y en los medios de comunicación más leídos y vistos, no se citan con frecuencia fuentes científicas en el ámbito educativo. Esa es una de las razones por las que hablar de una educación basada en evidencias científicas, puede ser vista como una rareza o como algo que difícilmente pueda existir. Este hecho se puede corroborar si revisamos la más reciente Encuesta de Percepción Social de la Ciencia, realizada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt).

Frente a todas las dificultades, el equipo docente del cole de esta historia encontró en las evidencias científicas los argumentos de validez para emprender su proyecto de transformación.

Pero también apostaron por hacer una gestión más radicalmente democrática del centro: toma de decisiones consensuada, participación abierta de toda la comunidad educativa, transparencia en la gestión de los recursos y la implementación de un sistema de evaluación que permitiera conocer los resultados del impacto de la transformación.

La primera fase de este proceso duró año y medio, la segunda ya está en marcha y está pensada para ser llevada a cabo durante cuatro años. Son cientos los casos de experiencias de este tipo en España, modelos que podrían servir de referencia al parlamento español para alcanzar el tan ansiado Pacto Educativo. Un ejemplo de más y mejor democracia, sería poder lograrlo.