UN TROPIEZO EN LA RED CARPET

El sentido de la vida

Cristina Birlanga muestra su particular visión de la vida en Onda Cero Elche; no le hagáis mucho caso: tiene cuatro dioptrías y se niega a usar gafas...

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Cristina Birlanga colabora en Onda Cero Elche con su sección 'Un tropiezo en la Red Carpet'. | Onda Cero Elche

Me han dicho que el récord anterior lo tenía una tal Blancanieves. Lo he batido. Este finde he convivido con ocho hombres. Y he llegado a la conclusión de que a la linda princesita no la envenenó la bruja: se hizo la muerta para poder tener un ratito de paz.

Hago recuento: mi recién estrenado maridito y sus dos hijos, los dos míos, el perenne en casa y el exiliado a Madrid, este último con tres amigos. Y el gato. He sacado la media (uno de 49 años, cinco de 20, uno de 17 y otro de 14) y me da 22,5 (al gato no lo incluyo)… Lo de la media no tiene importancia alguna pero así pongo en situación y me centro también yo que, al final, me vi siendo esposa, madre, madrastra y anfitriona, y tuve que aplicar toda mi inteligencia para solventar con éxito la situación. Os voy a confesar mi truco para salir airosa: me fui de comida con mis amigas, las de Alicante, que Elche me pillaba demasiado cerca y podrían requerirme en cualquier momento.

Esto de los hijos está sobrevalorado. Que sí, que los quieres más que a nada y harías cualquier cosa por ellos. Es una experiencia espectacular pero, desde que nacen, pasas a un plano de constante tensión por lo desconocido. Nunca sabes lo que te espera. Ya lo dije en alguna ocasión pero hay días que, cuando llego a casa por la noche, con el maletín, el pan y las bolsas de comida en precario equilibrio, me imagino, sobre melodía del National Geographic, una voz en off que va diciendo: “La leona vuelve a su cueva, allí donde esperan sus hambrientos cachorros…”. A ver, no me malinterpreten: yo adoro infinitamente a los chicos y me encanta tener la casa llena de gente, si bien no necesariamente estando yo en ella. Al menos, no todo el tiempo.

Me encantaría haber sido una madre de esas dedicadas exclusivamente a ver crecer y formarse como personas válidas a sus hijos, pero preferí ser una mujer de esas que crecen y que se forman como personas válidas y que, además, tienen hijos. Y este fin de semana he descubierto que no fue tan mala decisión porque mis hijos son básicamente felices y, lo que no es menos importante, yo también; aunque no a todas horas porque eso sería un poco absurdo, pero cada día un ratito sí.

Reconozco que nunca saldré en un documental sobre cómo educar correctamente a un niño (aludo al masculino porque es mi caso, que el uso del lenguaje nos pone últimamente la piel muy fina) y que alguien podría pensar que somos carne de telediario cuando nos da por ser intensos, aunque también sé que mis hijos han dado sentido a mi vida, pero sentido del humor…