El Elche es la Resistencia
El periodista David Marín hace un repaso a la situación del Elche CF en la previa de la final por el ascenso a Primera División ante el Girona
Pandemia. Enfermos. Muertes. Miedo. Dudas sobre si el fútbol iba a volver. Lo hizo, entre fuertes medidas de seguridad y protocolos que volaron por los aires en el último minuto. Desde entonces, todo fue ruido. Un positivo. Cuatro positivos. Ocho positivos. Así, hasta 28. Comunicados. Acusaciones. Amenazas. Mensajes protectores. En definitiva, ruido. Mucho ruido. Demasiado ruido. 20 días.
Ese ruido nos hartó. Hasta el punto de que daban ganas de tirar la toalla, de permitir ganar otra vez al poder establecido. De pensar en lo que vendrá, que tampoco está muy claro lo que será. El fútbol dio apariencia de podredumbre. Cuando los protagonistas pasan a ser unos señores encorbatados, llamémosles Javier o Jonathan por escoger unos nombres al azar, que no soportarían mucho más de dos carreras sin solicitar asistencia cardiorrespiratoria, algo estamos haciendo mal. Todos. Unos por hacerlo, otros por permitirlo.
Y en esas, el balón volvió a rodar. Los futbolistas, olvidados durante 20 días (unos confinados, otros entrenándose sin saber si iban a jugar, alguno requerido por las fuerzas de seguridad del Estado…) volvieron a pedir la palabra. Tenían que hablar donde saben, sobre el terreno de juego.
Al Elche le llegó la oportunidad de jugar el playoff de ascenso a Primera División. Alguno dirá que gracias al virus, como si mantener el expediente de contagiados en cero (y no en 28) durante tres meses fuese obra y gracia del Espíritu Santo o del diablo (según desde el cristal desde el que se mire) y no de la precaución y la profesionalidad. Una semana después y con un rival menos, el Elche se presenta en la última parada antes del cielo.
En la eliminatoria frente al Real Zaragoza, el equipo de Pacheta volvió a mostrar las virtudes de un proyecto que posiblemente esté viviendo sus últimos días tal y como lo conocemos. El Girona puede ser una especie de último baile. El Elche es ese chico educado, aplicado, buen estudiante, con gafas, algo de acné y posiblemente aparato dental que quiere declararse a la chica de sus sueños en el baile de graduación. Y enfrente tiene al Girona, el tipo más popular del instituto, capitán del equipo de fútbol americano y con una beca para la universidad más prestigiosa del Estado. Esta película la hemos visto alguna vez. Y no siempre tiene el mismo desenlace.
Pocos en su sano juicio apostarían por el Elche antes que por el Girona, pese a que los ilicitanos ganaran los dos partidos del campeonato regular. Pero hay motivos para confiar. El principal de todos ellos es la sensación de unidad que transmite el conjunto franjiverde y su capacidad de supervivencia sobre el terreno de juego, acentuada especialmente en los últimos meses. En marzo, el Elche daba la sensación de alcanzar su cénit, de juego y sensaciones. En junio, julio y agosto, el Elche ha sido capaz de salir adelante a base de dos principios: trabajo y no bajar nunca los brazos. La palabra rendición no existe en el diccionario franjiverde.
Sólo así se explica la clasificación frente al Real Zaragoza, en dos ejercicios de resistencia. El primero, tras la expulsión de Jonathas. El segundo, tras un notable inicio de partido de los maños en La Romareda. El Elche jamás hincó la rodilla. Y en el momento más caliente de la eliminatoria elevó por encima de todos a sus tres capitanes generales: Edgar Badía, Juan Cruz y Nino.
El héroe de la semifinal fue el de siempre, haciendo lo de siempre. E igual no nos debería extrañar. Con 40 años sigue haciendo lo que hacía con 20 y con 30. Por mucho que nuestro deseo sea eternizarlo, la realidad es que nos queda poco Nino y ojalá lo podamos despedir como se merece. En el momento en que otros sólo piensan en rematar cuanto antes y donde sea, Nino utilizó su superpoder: detuvo el tiempo, vio el lugar donde tenía que enviar el balón y lo hizo, con la fuerza y colocación necesarias para evitar a cualquier jugador del Zaragoza, incluido su magnífico portero, Cristian Álvarez, que ni siquiera se molestó en intentar parar el tiro.
Ahora la empresa es mayor, un Girona con una potente inversión, una plantilla amplia y compensada, un entrenador infravalorado (¿de qué me sonará esto?) y un delantero de primer nivel. Es el último rival de una serie de elementos que han formado parte de esta novelesca temporada. Contra todos ellos, el Elche de Pacheta es la Resistencia.
PD: Cuando les digan que es imposible. Cuando les hablen de Stuani. Hagan memoria. Piensen. Y recuerden el día que el Elche resistió ante el Barcelona de Messi, Xavi, Iniesta y compañía para asegurar una permanencia en el Martínez Valero. En el fútbol de verdad, ese que algunos nos quieren quitar a base de ruido, todo es posible.