Vicenta Sánchez y José Antonio Agulló han sido los dueños del quiosco ‘La Casera’, el último punto de venta de prensa tradicional de Elche, durante toda una vida. En la antigua estación de autobuses, desde 1970, un quiosco incipiente comenzó a crecer junto a su barrio hasta que el pasado 31 de enero de 2023 repartió su último diario. Con cambios de ubicación, de establecimiento e historias de llegadas y de partidas, este pequeño rincón de la ciudad concibió un servicio público que ha pasado a mejor vida en Elche.
¿Qué recuerdan de la portada de su primer quiosco?
Vicenta: Una imagen que resume nuestra vida. Tomo comenzó en los 70, con mis padres. Con los años continué con mi novio, que hoy es mi marido. Esa calle era Paseo Franco Rodríguez, con la antigua estación de autobuses y la antigua biblioteca municipal. Cuando desplazaron la estación e inauguraron el Paseo Eres de Santa Llúcia en el 91 se puso el quiosco actual.
Una botella de gaseosa ha dado nombre a su quiosco, ¿de dónde viene esta idea?
Vicenta: Era el famoso quiosco de ‘La Casera’ porque generaba la impresión de ser pequeño de abajo y amplio de arriba, como una botella de gaseosa al revés. En principio era todo de cristal, pero con el vandalismo se rompió y tuvo que ponerse en galvanizado.
Los padres de Vicenta conducían aquel primer negocio. ¿Cómo fueron los inicios?
Vicenta: En un primer momento fue de dos hermanos durante un tiempo, pero lo dejaron y entonces pasó a mis padres. Yo no he conocido, como aquel que dice, “otra cosa”. Entré al quiosco con siete años, nos hicimos novios con 12 y hoy con 65 aquí seguimos. Recuerdo que yo tenía mucho interés por atender y aprender. Era muy bonito ver llegar a los autobuses con gente de fuera. Los pasajeros, para coger el autobús, compraban el típico tebeo, las novelitas de Lafuente Estefanía, Fotocolor, Garbo…
¿Cómo se vive una jornada laboral, durante medio siglo, en una oficina de apenas tres metros cuadrados?
Vicenta: Al principio estábamos con la ilusión de que cambiara la estación de autobuses y se hiciera un quiosco grande, porque era un puzle. Pasaron los años, cambió la estación, pero el quiosco siguió igual de pequeño. Tuvimos que adaptarnos. También nos hubiese gustado tener nuestro propio espacio, pero sabíamos que era impensable, considerábamos que debíamos dedicarlo a los demás, entender al público y, por eso, creo que nos han querido tanto.
¿Cómo es el servicio de reparto de prensa?
Vicenta: Muy esclavo. Desde fuera se puede ver otra cosa, pero de los 365 días, nosotros no fallábamos ni uno. Abríamos a las seis de la mañana y puede que no compensara, pero había unos clientes que por trabajo les venía mejor y así tenías su atención.
José Antonio: Siempre he dicho que el 80% de la prensa la vendes antes de las nueve de la mañana. A partir de esa hora, ya sabías cómo te iba a ir el día. Nosotros también hemos luchado mucho con el reparto a ancianos, oficinas, bares…
¿Y por qué lo hacían?
José Antonio: El porcentaje que ganábamos no daba para pagar a una persona, por eso estuvimos desde el 94 hasta el 31 de enero de 2023 repartiendo.
Vicenta: Yo me quedaba atendiendo y él se iba a repartir, sin cobrar nada adicional. Lo único que garantizaba era vender el doble de periódicos.
"Yo me quedaba atendiendo y mi marido se iba a repartir, sin cobrar nada adicional. Lo único que te garantizaba eso es que por ese servicio vendía 100 periódicos y si no nos hubiésemos movido, quizá sólo la mitad"
¿Quién iba al quiosco y quién va ahora?
José Antonio: Nuestro público era de 65 años para arriba. Un chiquillo de 18 años compraba un Marca una vez cada tres meses y te preguntaba cuánto valía.
Vicenta: Antes vendíamos muchos periódicos de deportes para la juventud, incluso hacían promociones porque se sabía que se venderían, pero ya dejaron de publicarse porque no funciona. Recuerdo las revistas de decoración. Nosotros hemos llegado a vender muchas, pero luego vieron que las revistas especializadas costaban mucho dinero, pusieron aplicaciones de reformas y dieron el bajón. O las revistas de programas de televisión, SuperTele o Teleprograma. De esas hemos llegado a vender ciento y pico; en los últimos meses, apenas dos ejemplares.
El negocio de los quioscos está en una eterna amenaza. ¿Cuál es el futuro que nos espera sin ellos?
José Antonio: Tengo asumido que el papel desaparecerá. Cuando la misma rotativa vea que no es rentable, dejará de imprimir como ya sucedió con El Pueblo, Cambio 16, El Sol… Ya no es por el quiosco, que quiere aguantar y pone una cafetera o una nevera con Coca-Cola. El quiosco se puede reconvertir, pero el papel no. Además, después de que se cierre un periódico ya han pasado muchas cosas y en las redes está al segundo. La gente quiere más y más rápido, no la noticia de ayer.
¿Y qué sienten ante esto?
Vicenta: De haber conseguido una meta, de haber superado cada crisis, cada momento.
José Antonio: Felicidad.
¿Felicidad?
José Antonio: Hemos podido trabajar vendiendo prensa sin descanso y llegar a la meta: la jubilación. Yo pensaba que esto reventaría antes de poder jubilarnos.
Si ustedes publicaran una revista de anécdotas, ¿qué contarían de lo que han vivido dentro del quiosco?
José Antonio: Se ha visto de todo, han sido muchas etapas. Hemos vivido, por ejemplo, la muerte de Franco. Un momento en el que en un día vinieron cuatro ediciones de periódicos. Cuando ganaba el Elche, cuando era la boda del rey o de la princesa, se multiplicaban por tres las ventas.
Vicenta: También teníamos el día del sorteo de Navidad, en el que vendíamos el periódico normal e íbamos a la rotativa a por la segunda edición, en la que se daba a conocer la lista de ganadores por la tarde.
Y en 'Sucesos', ¿recuerdan alguna situación desagradable?
Vicenta: Por la zona en la que estábamos, en pleno centro, mucha gente iba con alguna copa de más y por hacer la gracia se metían contigo. Eso impone respeto.
José Antonio: Algunos se han pasado toda la noche de fiesta y a las seis de la mañana salían de los pubs. Uno te pillaba algo y como te bromeaba con que es su cumpleaños, se lo tienes que regalar. ¿Y qué haces?, ¿te enfrentas? Ese era el día a día de los fines de semana.
¿Qué dirían de los clientes?
Vicenta: En el barrio nos han querido un montón. Los clientes depositaban mucha confianza contigo, hasta dejarte las llaves de su casa. Hemos visto muchas generaciones pasar por el quiosco. Al final hemos sido como una familia. Muchos clientes que conocí se reunían cerca del quiosco para sentirse acompañados. El punto de encuentro era el quiosco y yo siempre les decía: “¡Ya tengo a los trabajadores aquí!”. El día que se casó mi hija, muchos fueron a la puerta de la iglesia para verla y el domingo todos me preguntaban por la boda; me sentía como si no estuviese trabajando.
¿Como fue el momento del cierre?
Vicenta: Muy emocionante. No sabría describir la gran familia de clientes que teníamos, porque respondieron todos. Fue triste, pero muy alegre.
José Antonio: Los tres últimos días de enero fueron un no parar. Querían hacerse una última foto con nosotros y con el negocio abierto, porque esa imagen ya no se iba a repetir, todos querían llevarse algo. El martes ya no nos dejaron ni trabajar.
“Los tres últimos días de enero fueron un no parar. Querían hacerse una última foto con nosotros y con el negocio abierto, porque ya no se iba a repetir”
Dejando atrás el final de una vida, ¿cómo es el inicio de esta nueva etapa?
Vicenta: Muy extraño, pero muy bueno. Hacemos cosas tan simples como desayunar o comer juntos; en definitiva, hacer una vida de pareja. Tenemos ilusión. Ahora queremos disfrutar de todo aquello que no hemos podido vivir.
José Antonio: Algo tan normal como levantarnos por la mañana, ver que hace buen día y coger el coche para irnos a El Campello, a una cala para nosotros solos… ¡y nos bañamos!. He tenido que esperar a los 65 años para hacer eso. Una vida como esta la han empezado muchos; acabarla, muy pocos.