OPINIÓN | EL CONTRAGOLPE

En el nombre del padre

José Manuel Noguera, profesor de Periodismo en la UCAM, analiza el momento del Elche de Eder Sarabia

José Manuel Noguera

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OPINIÓN | ELCHE CF
José Manuel Noguera, profesor de Periodismo de la UCAM. | Onda Cero Elche

Al igual que a las buenas personas las reconoces observando su trato hacia los animales y los camareros, a los grandes escritores los identificas cuando escriben bien de fútbol. Y por ahí me encontré, hace muchos años, a Eduardo Galeano. Uruguayo como Agustín Álvarez, cuidadoso con las palabras como Eder Sarabia, y sobre todo autor de "El fútbol a sol y sombra" (1995), un conjunto de relatos breves (brevísimos) entre otras cosas, sobre el fútbol uruguayo visto desde la infancia, que es lo mismo que escribir sobre la vida misma.

Eder Sarabia es una extraña mezcla entre todo este fútbol moderno que abandera que el portero sea siempre el primer pasador, y el descaro del fútbol antiguo, donde no había tanto miedo al qué dirán en las ruedas de prensa. Eder igual le dice a su propia afición a principio de temporada que deben aprender de fútbol un poco más para no pitar tanto, como señala a su equipo de poco valiente en varios partidos, o te viene con un cabreo espectacular por haberlo hecho todo para golear en Almería y sólo haber empatado. Por eso sorprenden, ante tanto esmero en las palabras, y tanta sinceridad, las últimas ruedas de prensa, donde el míster subraya que se han alcanzado méritos relevantes para haber tenido un resultado mejor. Que igual no es mentira, pero tampoco es toda la verdad.

Seguía releyendo a Galeano, su fútbol a sol y sombra, y también su "Libro de los abrazos" (1989), mientras le daba vueltas a las palabras de Sarabia. No encontré el relato que buscaba, el del niño que terminó forjado en un equipo que no era el suyo, a fuerza de empatizar con el sufrimiento de su padre durante las retransmisiones de radio. Pero da igual, el relato se quedó en mí desde que lo leí por primera vez y ya no importa que sea de Galeano o de cualquier otro escritor, es sobre todo mío. Los relatos son mucho más de quienes los leen y padecen que de quienes los escriben. Marcos es demasiado joven para saber que es del Elche, pero siempre le gusta preguntar, "-Papá, ¿este resultado te vale?" Y así él distingue, y se queda más tranquilo, porque distingue si mi excitación es de alegría, pesadumbre o miedo, aunque venga a ser todo un poco lo mismo. Y claro, yo le digo que ese resultado me vale. Ese y cualquier otro. Y se queda más tranquilo.

Y me vino a la mente si Eder, como padre del vestuario y por tanto un poco también de todos nosotros, está haciendo lo mismo. Intentar que estemos tranquilos, que ya se come él lo que se tenga que comer de puertas hacia dentro del vestuario.

Yo pensaba que terminaría esta columna sobre el Elche contando cómo mentí por enésima vez a mi hijo, diciéndole que ese resultado me valía. Que el 2-0 no estaba tan mal porque les ganamos el "goal average". Y no. Ni me valía el 2-0 ni acabaré con eso esta columna. Porque en el goce de escribir descubrí que la literatura, cuando la escribes, no la haces para conocerte, sino para reconocerte.

Y por ahí, en una madrugada de marzo de 2025, me encontré de nuevo a Eduardo Galeano escribiendo, describiéndome, narrándome una cosa que no era más que a mí mismo, esperando que contra el Castellón sea Febas, o Rodrigo, o quien sea, ese "descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad".

José Manuel Noguera