Una serie de fantásticas dichas
Santi Martínez repasa los motivos que llevaron a Gonzalo Villar a crecer con el Elche, gracias a su talento, el equipo, las circunstancias y, especialmente, Pacheta
Me gusta pensar que hay detalles que, a simple vista, parecen insignificantes, pero que pueden cambiar decisivamente tu vida. Reconozco que una de mis escenas favoritas del cine es aquella de 'El curioso caso de Benjamin Button' en el que se narra lo que supuso que Daisy olvidase su abrigo al salir de su casa de París. Es bonito creer lo que decía Steve Jobs en su viralizado discurso en la Universidad de Stanford, que has de confiar en que los puntos de tu vida acaben conectándose de alguna forma en el futuro.
Así, si los sucesos fundamentales de la vida no se pueden explicar por una sola causa, tampoco lo que sucede en la más importante de las cosas menos importantes tiene un único motivo. Más aún cuando intervienen en correlación con todas tus variables personales diez compañeros, once rivales, un entrenador, el azar… El fútbol es muy complejo y está compuesto por casi infinitos eslabones que, dependiendo de si se unen y de cómo lo hagan, pueden dar lugar a casi infinitas cadenas.
Una de las conversaciones recurrentes al inicio de campaña en el entorno franjiverde, más si cabe con la marcha de Javi Flores, era que la presente temporada debería ser la que definiese a Gonzalo Villar como futbolista. La temporada en la que dejase ver el potencial enorme que atesoraba o, por el contrario, la que significase que el murciano engrosara el numeroso y triste grupo de futbolistas que no pudieron llegar a ser lo que podrían haber sido.
El primer motivo que se me ocurre para la gran actuación del mediocentro es Pacheta. El técnico demostró, cuando las cosas al principio no arrancaron bien para Gonzalo, que era una pieza básica para él. Y pese a las actuaciones discretas en la pretemporada y en los primeros partidos, no perdió su puesto en el equipo titular. Pero no sólo ha sido importante el entrenador en el factor confianza. Pacheta diseñó un modelo de juego que potenciaba enormemente las mejores cualidades del talentoso centrocampista y que bien podría ser el segundo motivo.
Y aquí nos encontramos uno de esos detalles insignificantes que pueden cambiar una historia: el cambio de la norma del saque de puerta que permite tocar el balón dentro del área tras poner el balón en movimiento. El Elche es uno de los equipos que ha utilizado esa circunstancia para salir jugando desde la propia área. Con Ramón Folch al lado de Edgar Badia; los centrales en las líneas del área; los laterales adelantados y pegados a la cal; los interiores y el mediapunta buscando entre líneas la espalda de los mediocentros rivales, quedaba una especie de aclarado en el centro de nuestro mediocampo en el que Gonzalo quedaba emparejado con un rival y muchos metros 'limpios' tanto a sus lados como delante de él.
Una situación ideal. Porque Villar tiene tres virtudes que encajan como un guante en ese escenario y que supondrían el tercer motivo. Primero tiene la fortaleza mental y la tranquilidad para recibir y jugar ese balón en una situación al filo de la navaja, en la que perder la pelota es medio gol en contra. Después tiene una facilidad terrible para girarse y salir por cualquiera de los dos lados aún teniendo la presión del rival en la espalda. Y, por último, Gonzalo no es especialmente rápido, ni explosivo, ni fuerte, pero tiene un primer paso de extremo en la conducción. Y, claro, eso a campo abierto y cuando tu rival no es un lateral sino un mediocentro es una ventaja casi tramposa.
Además de esa situación particular del juego, el murciano ha jugado en el mejor asiento del teatro franjiverde. Seguramente el lugar privilegiado del once. Porque quedar en medio del bocadillo formado por Ramón Folch y Nino, los jugadores más inteligentes posicionalmente y los auténticos organizadores del juego y la situación del equipo es un lujo que no ha desaprovechado. Por detrás, Folch le hacía llegar rápidamente el balón y le guardaba la espalda; por delante Nino le abría líneas de pase que parecen autopistas si el mediocentro rival se adelantaba, o le daba metros para conducir si por el contrario se aculaba para tapar a la leyenda. Un cuarto motivo de peso para que el papel de acelerador de jugadas en un equipo que juega a la transición rápida y el ritmo vertiginoso haya lucido notablemente.
De esta manera, uniendo todos los puntos, ese paso adelante que todos le pedíamos, más que paso ha sido caminata. Y ya sabemos dónde llevan todos los caminos. Esperemos que el de Gonzalo no haya hecho más que empezar porque también sabemos cuál es la única forma en la que se hace camino.