Joan Ribó ha explicado que, una vez finalizadas las excavaciones en el monasterio, el Ayuntamiento tiene previsto reservar un espacio en la planta baja para la recepción de la peregrinación, multiusos y lugar también de interpretación de la historia del edificio, donde se incluirán los hallazgos arqueológicos. El primer edil ha señalado que se atiende así una petición de la Asociación València Cultural–Via Augusta y Camino de Sant Vicent Màrtir. El consistorio estudia en estos momentos qué uso se dará a la primera y segunda plantas y en breve empezará las obras de reurbanización de la calle Sant Vicent, en la parte delantera del edificio, para mejorar la accesibilidad.
Resultado de las excavaciones
Las conclusiones de las excavaciones arquológicas, que finalizaron el pasado noviembre, apuntan que apenas hay restos de época romana, visigoda e islámica en La Roqueta. La parte monumental construida remite a la época de la conquista de Jaume I, cuando el rey mandó construir un gran santuario dedicado al único mártir que había entonces en València.
La evolución del edificio está ampliamente estudiada: se construyó un monasterio que inicialmente fue una iglesia-santuario y que tuvo dos fases; se añadió una torre monumental no prevista en el proyecto a la que se accede por una escalera de caracol externa y que fue derribada a finales del siglo XVII. El inmueble fue transformándose con los cambios estéticos de la historia: románica, gótico, renacimiento y barroco, y suma un claustro. Hasta que en el siglo XIX, con la desamortización del edificio y exclaustración de los frailes, sufre la demolición de la cabecera y la torre campanario con el objetivo de ampliar la calle Sant Vicent.
El edificio fue comprado entonces para ser convertido en fábrica textil (de hecho, se han encontrado algunos restos de esta época), pero fue de nuevo adquirido, por el marqués de Tremolar, para albergar a las monjas del convento de San José y Santa Tecla que estaba en la calle del Mar, las cuales habían sido expropiadas para ampliar la calle de la Pau. Durante la Guerra Civil, el monasterio se convirtió en cuartel, y de esa época se conservan algunos baños y duchas, e incluso algunas pinturas. Con el posterior regreso de las monjas se vendió una parte del espacio, con la idea de vender el monasterio en su conjunto (incluso se enumeraron las piedras de la portada para desmontarla y poder trasladarla a algún lugar).
El último azar del monasterio fue el proyecto de demolición que, en 1973, fue paralizado por un grupo de intelectuales valencianos, entre los que se contaban nombres como Manuel Sanchis Guarner o Vicent Castells, que trabajaron para frenar la demolición del convento. Cinco años después, en 1978, el inmueble fue declarado Monumento Nacional.