Lo primero y con rotundidad. Estoy en contra del racismo y de cualquier manifestación de esta índole. Es triste tener que decirlo porque debería ser algo que se da por hecho en toda la sociedad. Por desgracia no es así, como se demostró en algunos sujetos el pasado domingo en Mestalla. Y nada, absolutamente nada justifica un insulto no solo de este carácter sino de cualquiera. Esto no se trata de usar el "ojo por ojo". En cualquier caso y aplaudiendo cualquier medida coercitiva, yo soy de los que pienso que el problema es más profundo y que la verdadera forma de combatirlo es educando.
Dicho esto, de lo sucedido el domingo en Mestalla se abren varios debates. El primero la etiqueta que por desgracia le colocó Ancelotti a Mestalla. Tildó a todo un estadio y su afición de "racista" al confundir un cántico con otro bien distinto. Afortunadamente rectificó y pidió disculpas. Pero el mal ya estaba hecho no solo a nivel local o nacional sino a nivel mundial. Tanto es así que el Comité de Competición reflejaba en su resolución del caso que hubo "un cántico generalizado de mono, mono que transicionó a tonto, tonto". Nada más lejos de la realidad. Los 46.002 que estuvimos en Mestalla lo tenemos bien claro. Es curioso que tres tipos que jamás habrán pisado ese estadio y que por supuesto no estuvieron el domingo afirmen con esa rotundidad que sucedió algo que no sucedió. Es una mentira y así hay que denunciarlo.
Luego está el dolor que sentimos todos los valencianistas de bien. Nos molesta, claro que nos molesta, que se nos tache de racistas cuando no lo somos en base a unas pruebas que son falsas. Pero este debate no interesa en Madrid, lo pasan casi por alto para centrarse en el sufrimiento de "su" futbolista en Mestalla. Demasiado barato afirmar algo que jamás sucedió y que se utiliza como antecedente de hecho en esa misma resolución para sancionar duramente al Valencia. Sí, ese Valencia que actuó con rapidez y contundencia a la hora de identificar a sus aficionados "racistas" hasta el punto de expulsarlos de por vida de Mestalla. Pero ni tan siquiera eso valió para amortiguar una sanción que no ha sido igual para todos. ¿Han cerrado ya Cornellá? Por poner un ejemplo. Hay muchos más.
Y por último está la no sanción a Vinicius. Primero rearbitrando un partido, cosa que jamás ha sucedido en el fútbol español y que sienta un precedente para circunstancias venideras y similares. Y segundo se pasa por alto los gestos provocadores en varios momentos del partido a los 46.002 aficionados de Mestalla indicándoles con los dedos "a segunda, a segunda". Este último debate no vale. Entiendo el sufrimiento del futbolista, la tristeza de Vinicius y sus lágrimas. Pero si el "ojo por ojo" no vale para una dirección, tampoco debería valerlo para la otra y más cuando está comprobado que no todo Mestalla le cantó lo que refleja el Comité de Competición en su resolución.
Existe el artículo 93 del código disciplinario que afirma textualmente: "provocar la animosidad del público, obteniendo tal propósito... se sancionará con suspensión de 4 a 12 partidos". Ni un atisbo del mismo en la resolución del Comité de Competición. Unos hechos que sí sucedieron, el futbolista mandando a segunda a toda una afición en varios momentos del partido, frente a otros que nunca pasaron, todo Mestalla entonando un cántico racista contra el jugador. Así se escribe la realidad de este Comité..
Y de todo esto se extrae otra reflexión. No se puede apagar el odio generando más odio. Porque esta resolución es lo que provoca en los valencianistas que tienen la sensación que la vara de medir no es igual para todos y que llevan desde el pasado domingo sufriendo una campaña mediática sin parangón que nos ha llevado hasta aquí. Ahora esos vulcanólogos, epidemiólogos, catedráticos de economía llevan dos días mutando a "Mestallagólogos" sin posiblemente haber pisado jamás este precioso estadio. Porque Mestalla, se empeñe quien se empeñe y se llama quien se llame, no es racista.