Hoy venía pensando en… el escandaloso y vergonzoso arbitraje de Del Cerro Grande ayer en Mestalla.
Nunca he usado la palabra robo. No me gusta porque conlleva intención y yo siempre he pensado que los árbitros se equivocaban, cometían errores pero sin intención. Hasta ayer. Y más viendo todo lo del caso Negreira empiezo a tener otra visión de todo esto. Y lo de ayer fue eso… un robo.
Porque no se entiende que Del Cerro no vea una clarísima falta de Badé en el primer gol del Sevilla o que deje de señalar penalti por unas clarísimas manos de Fernando dentro del área hispalense. No se entiende. Y da rabia, mucha rabia. Cuando lo ve toda España y parte del extranjero es absolutamente incomprensible que no lo vea Del Cerro. Salvo que sea Napoleón. Que pensaba que todos estaban locos menos él.
Y no es la primera vez que sucede. Yo soy de los que nunca me ha gustado tirar de hemeroteca para señalar las veces que el Valencia ha sido perjudicado por los árbitros. Hasta ayer. Basta ya. Es indignante que se le tenga tan poco respeto al Valencia desde el colectivo arbitral. Si quieren que el equipo descienda que lo digan ya y nos ahorramos el sufrimiento hasta final de temporada.
Me contaban ayer que habían visto a empleados del club que lloraron por primera vez. Y es que es para llorar. Todo apunta a que el Valencia está condenado al descenso. Si no son los árbitros es la falta de gol y los errores defensivos. El cero llevado a su máxima expresión. Cero goles, cero puntos. Así está siendo este final de temporada. Y así es imposible agarrarse a nada para pensar que se puede salvar la categoría.
Bueno sí, hoy es San Vicente Ferrer. El de los milagros. El del dedo hacia arriba. Yo ya me he pedido mi milagro particular. Porque hoy por hoy lo único que nos puede salvar del descenso al infierno… eso eso… un milagro.