Hoy venia pensando en… lo de la bendición.
Ayer fue el día de alabanzas a los jóvenes del Valencia. Primero fue Rafa Benítez, que hoy se enfrenta a ellos con el Celta, y más tarde su propio entrenador Rubén Baraja. El Pipo dijo eso de que “es una bendición” tener un vestuario como el que tiene.
Y ambos llevan razón. Rafa dijo eso de que el Valencia ha hecho de la necesidad, virtud. Porque aunque nos llenemos la boca de hablar de la cantera, y con razón, la realidad es que la irrupción de todos estos chavales no responde a un plan preestablecido ni a un proyecto. No. La aparición de todos estos jóvenes se debe a que Lim decidió dejar de invertir en el Valencia y hubo que echar mano de lo que se tenía en ese momento. A eso y a la valentía y acierto de Rubén Baraja.
Porque él, Baraja, ha sido quien les ha dado la oportunidad de pasar de segunda federación a jugar en todo un Valencia y ellos lo saben. Tal vez por eso, esa confianza, se la devuelven en forma de ilusión, compromiso, trabajo, esfuerzo, solidaridad… vamos que son una bendición como dijo el mismo Baraja. Y lo son para su entrenador y para todo el valencianismo. Un entrenador sueña siempre con tener un vestuario sano y comprometido. Y Baraja, ahora mismo, lo tiene.
El lunes me decían en tuiter que somos muchos los que ahora nos subimos al carro. Puede ser verdad y por eso entono el mea culpa. Hemos repetido en muchas ocasiones que esta era la peor plantilla que el Valencia pudiera tener y estábamos muy equivocados. Prefiero la ilusión, el compromiso, las ganas de todos estos chavales que, salidos de la cantera, han cumplido su sueño de jugar en el Valencia que esos que vienen a golpe de talonario y que no entienden lo que significa vestir esta camiseta. Los primeros tendrán más o menos calidad… pero con ellos… al fin del mundo. Los otros, mejor que no vengan nunca.