Hoy venía pensando en… la esperanza.
Reconozco que al acabar el partido ante el Sevilla, lo vi todo negro. Imagino que como muchos de vosotros. Fue salir de Mestalla y pensar que ya todo había acabado, que irremediablemente el Valencia estaba condenado al descenso. Esa sensación se me había metido en el cuerpo después de ver el silencio sepulcral de Mestalla con el gol de Badé. Era como si hubiésemos asistido en ese momento al funeral del muerto.
Mis amigos, que me veían muy cenizo, me decían que había tiempo. Hasta recibí la llamada de Liverpool de un glorioso entrenador del Valencia que trataba de animarme diciéndome que no íbamos a descender y al que yo, con números en la mano, trataba de convencer de lo contrario. Así estaba yo la semana pasada. Todo negatividad. Le decía a Rafa que daba igual si quedaban nueve o nueve mil partidos mientras no se ganara ninguno. Y él me repitió aquello de que “cuantas más derrotas llevas, más cerca estás de la victoria”. Pura estadística. No vas a estar ganando siempre ni perdiendo siempre.
Reconozco también que llegué al fin de semana con muchas dudas y mucho miedo. Miedo a que se perdiera en el Martínez Valero y se confirmaran mis peores presagios. Esa derrota sí hubiera supuesto la confirmación de la defunción del muerto. Pero todos esos pensamientos negativos desaparecieron… ¿sabéis cuando? No con el gol de Lino, mucho antes.
Esos pensamientos negativos desparecieron cuando os vi cómo recibíais al equipo en el Martínez Valero, cuando vi cómo convertisteis ese estadio en un pequeño Mestalla. Creo que fue ahí cuando supe que ese partido lo íbamos a ganar. Y así fue.
Una victoria que me ha cargado de eso.. de esperanza. Lo que hace una semana era negro, hoy ya no lo es. Y si se gana el jueves al Valladolid y sabiendo de vuestra presencia en Cádiz… con más motivo todavía…