Hoy venía pensando en… el modelo Osasuna.
No sé si es casualidad o no que los cuatro equipos semifinalistas de la Copa del Rey no sean sociedades anónimas deportivas. Y no sé si es casualidad o no que los cuatro últimos equipos de la primera división estén en manos de capital extranjero. Como el Valencia. Lo que sí sé es que el modelo Osasuna está recogiendo sus frutos después de clasificar al equipo para la final del torneo del KO. Y ese modelo, esa filosofía no es otra que la de la continuidad al proyecto y saber cuál es su estilo de juego.
Pero volviendo a lo del capital extranjero. Es muy difícil teledirigir un equipo a miles de kilómetros de distancia. Salvo dos excepciones: que el propietario decida invertir mucha pasta (como sucede en el PSG, City, Liverpool y compañía) o que el propietario decida dejar el equipo en manos de profesionales que vivan el día a día del club y que conozcan los valores de la entidad.
Ni uno ni otro es el caso del Valencia. Lim ya hace tiempo que dejó de invertir dinero en el Valencia. Y está haciendo justo lo contrario. Ventas y más ventas. ¿Alguien pensó que vendiendo a Guedes y Soler el equipo no se iba a debilitar? Hoy echamos de menos sus goles. Y como no se ha gastado dinero en sus recambios… así nos va.
Y luego está lo de los profesionales. Mantener durante cinco años a Murthy o tener a Corona como un simple florero no es rodearse de buenos profesionales del fútbol. Cuando lo hizo, allá por 2018 con Mateu Alemany como director general es cuando mejor le ha ido al Valencia. ¿Casualidad? No, no lo creo.
Así que mientras ninguna de esas dos premisas suceda: la de invertir en lugar de desinvertir y dejar las decisiones del club en profesionales del fútbol, no nos queda otra que resignarnos a ver a Valencia en la más absoluta mediocridad, empequeñeciéndose a marchas forzadas. Hasta el día que decida vender. Y ojalá ese día… sea cuanto antes.