Hoy venía pensando en… la Copa y el Logroñés.
Ambas cosas me recuerdan a mi Valencia de la infancia y de la adolescencia. La Copa me trae el recuerdo de aquella final en el Bernabéu junto a mi padre. Sí, la del diluvio universal, aquella en la que apareció Noé para ir recogiéndonos en su arca a todos los valencianistas. Y aquella que de no haber sido por ese diluvio probablemente habría conquistado el Valencia. Más tarde llegaría la del 99 o la del 2008 o la de 2019 pero aquella… fue la única final que pude vivir junto a mi padre y tan vez por eso mi mente se vaya a ella cada vez que vuelve la Copa.
Y el Logroñés. Hablar de un partido Logroñés – Valencia en las Gaunas es como volver cuarenta años atrás. Dos equipos que se llegaron a hermanar en la misma temporada en la que ambos consiguieron el ascenso. Para el Valencia era volver, para el Logroñés hacer historia. En aquel 1987 yo tenía 13 años. Mi butaca, también junto a mi padre, estaba en el sector 7 y aunque más tarde llegaran las Ligas o la UEFA, es imposible no acordarse de aquel equipo con los Sempere, Quique, Subirats, Giner, Arroyo, Voro y tantos otros que poco a poco se convirtieron en mis ídolos de infancia. Y por supuesto de aquellos futbolistas que, años después, llegaron procedentes de la Rioja: los José Ignacio, Romero, Poyatos… ahí Don Antonio Poyatos.
Decir que el Valencia quiere la Copa como dijo ayer Baraja es una obviedad. Es un torneo que históricamente se le ha dado bien. Prueba de ello son las 8 que tiene. Tal vez Lim no lo comprenda, como no quiso comprenderlo aquel 2019, pero este torneo tiene una magia especial para los valencianistas que hemos vivido tantas situaciones alrededor de ella. Como la mía de 1995, como la de muchos valencianistas y como las que queremos seguir viviendo en torno a este sentimiento que se llama… Valencia club de fútbol…