Carlos Marchena decidió no continuar como segundo de Rubén Baraja cuando se produjo la renovación del vallisoletano. Del porqué de su marcha asegura que "era mi idea desde el principio. Tengo mis proyectos de vida aquí en Sevilla. Hice un paréntesis y fui a Valencia por necesidad, obligación, autocompromiso, llámalo como quieras. Pero desde el primer momento sabía que tenía fecha de caducidad".
Ahora, en una entrevista para Relevo, admite que la única forma de haber continuado habría sido si el Valencia hubiese descendido. "Ésa era la única duda, sí. La única. Era la única posibilidad de que me hubiera quedado. Decía: 'Si bajamos y el club quiere, me tengo que quedar'. Entonces, cuando en el estadio del Betis se logró la permanencia, me liberé y pensé, 'ya no tengo compromiso o autocompromiso y puedo decidir lo que tenía decidido de antemano y lo que yo quería. Entendía que si descendía con el Valencia tenía que hacer todo lo posible, siempre y cuando el club lo propusiera. Tenía la obligación de intentar devolver al Valencia a Primera", afirma Carlos.
Además reconoce haber llorado cuando se consiguió la permanencia. Una vez pitado el final en el Villamarín se marchó al vestuario. "Preferí quedarme solo en el vestuario. Llorar", asegura.
Sobre la mala relación de la afición con Peter Lim admite que afecta al equipo. "Es muy complicado. Simplemente porque no se habla de fútbol. Se habla de Meriton, de si las críticas en Mestalla, de que si hay una manifestación... Nada de fútbol. Todo ese ruido perjudica. Cuando se habla de fútbol, de jugadores, de partidos, eso beneficia al futbolista, beneficia al club, beneficia a los aficionados. Se sienten más identificados. No es agradable trabajar en ese ambiente con tanto ruido", afirma Marchena.