Rafa Benítez volvía a pisar Mestalla. El técnico que conquistó dos Ligas y una UEFA regresaba a la que siempre será su casa. Y lo hacía siete años después de haberlo hecho como entrenador del Real Madrid. Esta vez, como técnico del Celta.
El encuentro, que finalmente acabó en empate a cero, tenía mucho de emocional y de sentimental. Tanto para Benítez como para Rubén Baraja, hoy entrenador del Valencia. El vallisoletano fue una de las pieza clave para conseguir aquellos éxitos. Y ambos guardan una excelente relación a día de hoy.
Se da la circunstancia que el Celta eligió un hotel muy cercano al nuevo Mestalla. El destino quiso que desde sus ventanas se vieran las obras de lo que pudo ser y no fue. Como lo que fue aquel gran Valencia, liderado por Benítez, y lo que no es hoy en día por culpa de un dueño que ha dejado de invertir en el equipo.
Para Rafa Benítez sin embargo, volver al vetusto estadio de Mestalla fue como regresar al lugar donde tanto él como miles y miles de valencianistas fueron felices, muy felices. Le contaba Marta a su hija Lucía de catorce años, de visita a Rafa en el hotel donde se hospedaban, todo lo que fue capaz de conseguir Benítez con el Valencia. Ella no pudo verlo porque no había nacido pero su madre, muy valencianista, jamás olvidará aquellos maravillosos años. Un halo de nostalgia y romanticismo envolvía el choque ante el Celta.
El técnico del equipo vigués lo notó desde el primer momento. A su llegada a Mestalla y al bajar del autobús se llevó la primera gran ovación de los que aguardaban a las puertas del estadio. Y en su entrevista a pie de campo, con apenas aficionados dentro del estadio, los presentes le reclamaban que se acercara a la tribuna para hacerse una foto como una verdadera leyenda del valencianismo que es.
El propio Valencia le quiso dar una sorpresa a su entrada al vestuario visitante. Una foto del técnico junto a la leyenda "esta siempre será tu casa" daba la bienvenida a Benítez.
Justo antes de comenzar el encuentro se fundió en un abrazo con Rubén Baraja. Todas las cámaras y los flashes esperaban el momento para inmortalizarlo. Y seguro que a más de un valencianista le cayó una lágrima al verlo. El abrazo sincero de maestro y discípulo, de dos amigos hoy rivales sobre el césped,
Pero el momento más emocionante se vivía cuando desde la megafonía se anunciaba y se pedía un aplauso para el madrileño recordándole que Mestalla siempre será su casa. Los más de cuarenta mil aficionados se levantaron de sus asientos y aplaudieron a rabiar recordando los años más felices de sus vidas en lo deportivo. El cántico que tantas veces retumbó en aquel entonces se volvía a escuchar al unísono en Mestalla. La ovación que se merecía y siempre merecerá cada vez que pise ese estadio. Él, tímido como acostumbra, miraba a un lado y a otro mientras esbozaba una sonrisa y devolvía con un gesto tanto cariño valencianista.
Al acabar el encuentro afirmaba que "de los muchos que me critican, dicen que no celebro los goles o que no expreso las emociones, la procesión va por dentro. Estaba muy emocionado, me gustó mucho ver esa foto a la entrada del vestuario y luego por supuesto el recibimiento de la gente. El Valencia siempre va a estar en mi corazón como un gran recuerdo de la gente, de la ciudad, del equipo, del club y de los éxitos logrados". Y con una media sonrisa recordaba lo que costó conseguir aquellos éxitos "aquí el público te agradece los títulos pero sobre todo la manera en que se fueron consiguiendo, la implicación, el compromiso con el club, la pelea que teníamos por competir contra otros equipos y no voy a sacar ninguna polémica pero teníamos que competir contra 'ushiros nages' y cosas de esas... dimos la cara por un equipo, un club, una ciudad y el público lo agradece".