El Valencia caía derrotado ante el FC Barcelona 0-1 en Mestalla y al acabar el encuentro el técnico Gennaro Gattuso hizo un alarde de sinceridad al decir eso de que "nadie me habló de Europa sino de crear un estilo... de revalorizar jugadores". Y así es.
Me gusta que el entrenador del Valencia sea claro, franco y sincero. Lejos del discurso de otros entrenadores (recuerdo a Bordalás dciendo aquello de que "no nos da" después de una dura derrota ante el FC Barcelona), el italiano no se anda por las ramas y es de los que llama a las cosas por su nombre. Y en un mundo como este en el que las declaraciones en el fútbol se han convertido en un repetición de tópicos para no dar titulares y meterse en polémicas, es de agradecer que Gattuso le diga la verdad a su afición. Aquí no ha venido para llevar al equipo de regreso a Europa, eso no es lo que Meriton le ha pedido. Y no tiene inconveniente en reconocerlo.
Otra cosa bien distinta es si nos gusta oírlo. No, no nos gusta. Como todo aficionado del Valencia nos encantaría que el objetivo fuera otro bien distinto. Con la historia, el palmarés y el prestigio de este club nos encantaría escuchar que el objetivo del dueño es volver a estar entre los mejores. Esta afición que ha demostrado ser tan apasionada y leal con su equipo bien merecería tener un propietario que pudiera estar a su altura. Pero no, el objetivo de Lim cuando compró el club siempre fue muy diferente a aquel que Amadeo y Aurelio trataban de vender a los aficionados. Prohibido por la FIFA que los fondos de inversión tuvieran en propiedad futbolistas, a él y Jorge Mendes se les ocurrió que la mejor manera de mantener el negocio era comprar un club de fútbol. Lo intentaron con el Liverpool. el Atleti... pero el único que picó el anzuelo llevado por no sé que interés de aquellos que lideraron el proceso de venta, fue el Valencia.
Y en esas estamos. Gattuso no pone paños calientes ni dice lo que su afición, bien lo sabe él, quiere escuchar. No. Gattuso tiene muy claro a que ha venido y cuales son sus armas. Sabe que tiene un equipo muy joven al que tiene que dotar de un estilo, de una identidad propia y para eso es necesario un período de formación. De ahí el discurso de los 40 puntos. Lo explicó muy bien el sábado. Vestir la camiseta de un club como el Valencia exige de una presión añadida a una plantilla excesivamente joven. "La camiseta del Valencia pesa", dijo el italiano, "y cuanto antes se sumen lo 40 puntos pesará menos y se podrá pensar en otras cosas". Hasta entonces, hablar de Europa es una utopía. Y gennaro lo sabe y lo manifiesta.
El sábado asistimos al homenaje a David Villa. Fue espectacular ver la Avenida de Suecia repleta de miles de valencianistas que quisieron demostrarle su cariño al asturiano. David solo ganó una Copa del Rey con los valencianistas y estuvo un par de temporadas con aquel Valencia, coqueteando con el descenso. ¿Por qué entonces tanta muestra de admiración? Es sencillo. Pese a los resultados Villa anotó 126 goles con el Valencia siendo el quinto goleador de la historia del club, es el máximo goleador de la historia de la selección española y con ellos ganó un Mundial y una Eurocopa. El valencianismo quiso recordar con ese homenaje que el mejor delantero de España defendió durante cinco temporadas la camiseta de su equipo. Algo que, con este Valencia formador de futbolistas, hoy sería impensable. Y es que en aquel entonces, los mejores (véase Mata, Silva, Joaquín, Albiol o el propio Villa) pertenecían al Valencia. La mentalidad en aquel entonces era reunir a los mejores futbolistas. Hoy, diez años después la historia se escribe bien distinta.
Hoy el Valencia se ha convertido en una escuela. Aún recuerdo como aquellos encantadores de serpientes que lideraron el proceso de venta filtraban que la intención de Lim era ganar una Champions con el Valencia. La misma que tenía en aquellos tiempos de acabar el estadio. Ninguna. Lim compró el Valencia como un negocio más, nunca llevado por la pasión de convertirlo en uno de los grandes clubes europeos. Ni la tuvo entonces ni la tiene ahora. El negocio siempre ha consistido en comprar barato, revalorizar lo comprado y venderlo lo más caro posible.
Tal vez por eso da mucha rabia pensar que hubo un tiempo en que al Valencia se venía aprendido. Era aquel equipo al que el listón se le ponía en entrar en Champions. Y aún eso nos parecía insuficiente. Veníamos de dos finales de Champions, dos Ligas, una UEFA, una Supercopa Europea... Ese era el Valencia que heredó Villa, el que le hizo venir y el que defendió durante cinco años. Hoy todo ha cambiado, solo una cosa permanece: la lealtad y la pasión de una afición que sueña con volver un día a revivir sensaciones como las de aquella época.