Las emociones derivadas de la muerte de un hijo en el seno materno, o poco después de nacer, reciben el nombre de duelo gestacional o perinatal. Es, sin duda, uno de los fenómenos de estrés emocional más intensos a los que puede enfrentarse una persona.
En muchos aspectos, el duelo perinatal se asemeja a cualquier otro tipo de duelo; se podría definir como el conjunto de cambios psicológicos y psicosociales, fundamentalmente emocionales, por los que se elabora internamente una pérdida. Atraviesa diferentes estados, que se suceden o se solapan: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Sin embargo, el tipo de duelo que se origina cuando ha habido una pérdida perinatal presenta unas connotaciones especiales, ya que no solo se ha disipado el bebé que se esperaba, sino también la imagen del hijo proyectado, la composición familiar imaginada y el sueño de una creación. Para los padres, se trata de múltiples pérdidas.
Muchas veces a este dolor se suma el sentimiento de culpa de la madre, que se cuestiona qué ha hecho mal al creer que no ha sido capaz de gestar a su bebé.
Tradicionalmente, la sociedad no ha sido capaz de reconocer el dolor que causa una pérdida perinatal. Por ello, se ha convertido en duelo “desautorizado”, que ha obligado a las familias a llorar en silencio, lo que ha dificultado su proceso de duelo. Son habituales comentarios del tipo: “la vida sigue”, “tienes otros hijos”, “eres joven”… que pretenden acelerar el dolor, pero que suelen provocar más dolor, desconcierto o indignación.
Una persona que está viviendo un duelo necesita hablarlo y compartirlo para llegar a la aceptación, sobre todo en casos de muertes inesperadas, como son las gestacionales: los padres esperaban vida y llegó muerte. Una fotografía es el único recuerdo que pueden tener estas familias.Por eso se trabaja para sensibilizar a los sanitarios y todos en general de dar visibilidad al duelo de estas familias.