Tomeu pertenecía a la saga de los presidentes de los 90. Creo que es la década que acumuló más dirigentes, entre pícaros y especiales, aunque el doctor se apartaba del ruidoso mundo que imperaba entre los mandatarios del fútbol español.
El presidente Beltrán era todo lo contrario. Disfrutaba de su paso corto, pero intenso, por el fútbol, pero sin perder un ápice del hombre risueño, amable y gran comunicador, que conocíamos a través de la televisión.
A Bartolomé Beltrán le llegaron tres años para crear un Mallorca, que enamoró a todos los mallorquines. Pasaron en ese espacio de tiempo de Segunda a Primera Division; presenciaron como, de forma cruel, perdían en los penaltis una Copa del Rey contra el Barsa y pasearon el orgullo balear por Europa.
En tres temporadas cambió la vida del club. Logró formar un Mallorca que pasó a ocupar, desde entonces, un puesto destacado en el fútbol español. Inventó el Mallorca del gran Héctor Cuper y la colonia argentina de los Roa, Caño Ibagaza, Siviero, Leo Franco… con Bonet y Alemany en la secretaría técnica y el todopoderoso Antonio Asensio en la retaguardia. Casi nada.
Yo tuve la satisfacción de conocer al hombre, en cierta profundidad, y me ganó. Tuvimos varias reuniones, y alguna que otra comida, con ocasión de las negociaciones para el traspaso de Enrique Romero al Deportivo.
Mis recuerdos de aquellos momentos, a pesar de la dureza de unos y otros, son muy agradables. Los tira y afloja económicos, siempre finalizaban con una sonrisa interminable del presidente Beltrán que indicaba que había que seguir subiendo la oferta. Eso sí, nunca faltaban su corrección, su dulzura, su saber estar… De esa forma el ambiente se distendía y, tras el debate, llegaban unos minutos de animada tertulia.
Precisamente en alguno de esos momentos relajados yo aprovechaba para intentar sonsacarle, como quien no quiere la cosa, información sobre dos chavales que venían pegando muy fuerte en su equipo filial: Diego Tristán y Albert Luque. Su contestación, como si ya estuviese al corriente de todo era, una vez más, esa sonrisa inconfundible de Bartolomé Beltrán, que te daba a entender que él dominaba el momento. Que no te adelantases. Que esa lección tocaba más adelante.
Con la misma discreción y el sigilo que imponía en sus negociaciones se nos ha ido. Con lo locuaz que era, se fue sin hablar. Nos quedaremos, Presidente Beltrán, con esa sonrisa única que lo llenaba todo. Descansa en Paz, querido Mateu.
Augusto César Lendoiro.
Ex-Presidente R.C.Deportivo.