El deportivismo ha recuperado la ilusión después de una triste primera vuelta. El equipo ha demostrado que estaban equivocados aquellos que decían que el techo de los blanquiazules era mantener sin problemas la categoría.
El Depor juega bien y gana. Solo se precisa la confirmación de que Soriano ha acertado con los fichajes, porque nueve puntos -cuando restan casi cincuenta por disputar- no deben ser obstáculo para luchar por el objetivo del ascenso.
Es una diferencia superable por el Deportivo si Zakaria Eddahchouri se convierte en ese hombre gol que tanto tiempo llevábamos pidiendo, y si Genreau y Tosic complementan las otras necesidades de la plantilla.
Quizás el partido de Elda nos puede sacar de dudas sobre el nivel de los refuerzos. Si superan la prueba, el deportivismo debería ser optimista con el futuro del equipo.
Y, precisamente, cuando se disfrutaba del ilusionante momento del Deportivo, se coló el anuncio del abandono de la Plaza de Pontevedra.
Es una mala noticia. Nos quedamos sin otra de nuestras señas de identidad. A la anterior pérdida del valor de nuestro voto, se unía ahora la desaparición de la sede que ya había cumplido las Bodas de Oro.
Era la “Casa Depor”. Humilde, pero la nuestra. El centro de todas las operaciones históricas del club. Es cierto que mudar de sede dista mucho de cambiar de nombre, de escudo o de colores, pero se trata de otro jirón, otro nuevo desgarro, al sentimiento de los ddeportivistas.
Estoy seguro que el cambio disgustará a los socios de oro, de plata o de bronce, porque, con el adiós, en Plaza de Pontevedra se quedarán las recuerdos de las últimas cinco décadas del Deportivo.
Desde que Tizón la diseñó, siendo presidente Antonio Gonzalez, no sufrió modificación alguna hasta hace muy poco. Era de tal nivel la decoración que a mi, veinte años más tarde, ni se me pasó por la imaginación cambiar nada.
La calidad de los muebles, de las maderas, de las preciosas placas, de la sala de juntas y de trofeos, del lujoso mármol de los aseos… era insuperable. Solo unos auténticos indocumentados podían destruir aquello. Me dolió tanto ver que lo habían convertido en un mausoleo blanco, que nunca quise volver a pisar el lugar.
Con el paso del tiempo me llegué a contentar con que no se tocase el original cartel que anunciaba que allí residía el Real Club Deportivo, cosa que parece que la será por poco tiempo.
Por eso aprovecho para pedirle al Presidente Escotet que reconsiderase la decisión. Que la mantuviese como sede de la presidencia y de su consejo, hasta que elijan la “Casa Depor’ que el club se merece.
Sería un guiño a nuestra historia. Es el lugar en el que hemos sufrido “a longa noite de pedra” y el infierno de los últimos años, y hemos disfrutado de nuestra “década prodigiosa”.
Todos entenderíamos el traslado a un edificio singular de A Coruña. Yo intenté que el Playa Club se convirtiese en esa “Casa Depor” de la que nos sintiésemos orgullosos, pero no me lo permitió el ayuntamiento.
Nos obligaron a dedicar los miles de metros cuadrados, de una concesión que aún finaliza en 2047, solo a hostelería. Yo pretendía alternar esa actividad con el museo y las oficinas de la entidad. Nadie en España podría competir con una “Casa” como la nuestra, con vistas incomparables a la Playa de Riazor y a la Torre de Hércules, pero no fue posible. Una pena.
Todos aplaudiríamos que la “Casa Depor” se ubicase en uno de esos edificios tan emblemáticos y tan coruñeses como algunos que tiene en propiedad el máximo accionista del club, pero no podemos admitir que se condene al Deportivo a ocupar un sótano del Estadio de Riazor.
Ante el riesgo del cambio, quiero tener un recuerdo para todos los que me acompañaron en aquella mágica caja de cerillas que era el local de la Plaza de Pontevedra. Son muchos los éxitos que se le deben a mi directiva de categoría Champions y a unos profesionales increíbles que estuvieron conmigo tanto tiempo.
Allí “vivíamos”, porque me rio yo de las cuarenta horas semanales, durante más de 25 años, el día a día del Depor. Éramos diez personas las que integrábamos una familia sin fisuras. hasta que unas elecciones hizo que algunos de los fieles -como si de una última cena se tratase- se convirtieron en mis judas.
Hoy estoy seguro que todos, los fieles y los judas, sentirían que se cierre su “Casa”. Yo, el primero.
Augusto César Lendoiro
Expresidente R.C.Deportivo