“El Barça es el mejor club del mundo y el mejor club del mundo tiene que ganar, no puede empatar ni perder, siempre exigencia máxima”. Con estas motivadoras, pero muy arriesgadas palabras, asumía Xavi su responsabilidad como entrenador culé.
Al fin, en una Liga igualada, pero presidida por la mediocridad deportiva, surgen unas declaraciones valientes, cosa que no se estila últimamente entre un buen número de entrenadores que se apuntan a eses soporíferos “partido a partido”, “rival muy difícil”… que hacen infumables sus entrevistas pre y post partido.
Por eso se tiene que estar muy seguro para decirlo en las circunstancias por las que pasan los azulgranas -por primera vez en 30 años a 10 puntos del Madrid- y porque sabe que esa frase se la van a recordar a menudo. Sería absurdo tomar esas palabras al pie de la letra. pero si denotan valentía y riesgo, aunque nadie debe olvidar que para algunas aficiones la disyuntiva se reduce a título o fracaso.
Es, por tanto, la de Xavi una mentalidad ganadora y eso me encanta. Transmite presión a jugadores, directivos, seguidores, y ese tiene que ser el ADN de un gran club, aquel que nunca pueden decir “si no se gana, no pasa nada”. Vaya si pasa.
Con su llegada se va a producir un auténtico subidón en los azulgranas, a los que no descartaría, ni de lejos, para el título y lo digo porque los sufrí en unas similares condiciones, cuando ganó al Depor en la última jornada, la del penalti de Djukic.
Creo que mal harían en confiarse la Real, Madrid, Sevilla, Atlético… porque al potencial de indudable calidad de la plantilla sin lesionados, se unen jóvenes del nivel de Ansu Fati, Pedri, Nico, Gavi… y la ilusión que genera Xavi. Ese cóctel puede resultar explosivo, porque se aferrarán a que “se inicia” una nueva Liga, larga e ilusionante, ante unos adversarios que no han demostrado ser demasiado fuertes.
El Barça juega, además, con la ventaja añadida de la suerte de mi amigo Joan, a quien le sale bien, incluso lo que asegura que no va a hacer. Es un fenómeno. Si es necesario cantar, canta; si bailar, baila… y todo lo hace bien. Es listo y está tocado por una varita mágica... aunque le haya abandonado en su línea Dior de antaño.
Y mientras el Barça celebra “su cambio de hora” y pone a punto su reloj para lo que resta de Liga, yo, una vez más, le pido a los “suizos” de la Board que paren el reloj en el fútbol por el bien de los árbitros, del público y del espectáculo en general.
Le decía hace un mes al gran Alfredo Relaño, entre bromas y anécdotas, en una tertulia para el recuerdo, que si hablaba, como acababa de hacer, de la necesidad de parar el reloj en el fútbol, debía reconocer mis históricos derechos de autor. El brillante arbitraje de Martinez Munuera, en el derby vasco, me sirve de magnífico ejemplo, porque en un partido muy complicado había acertado en las decisiones trascendentes y eso tenía mucho mérito: el no penalty a Williams, el si penalty a Isak, la expulsión de Iñigo Martínez… y solo dudo si Merino merecía la roja.
Resumiendo, a Munuera todo le iba muy bien, hasta que llegó a lo que no debiera incluirse entre las obligaciones de la dificilísima profesión de árbitro: contabilizar el tiempo perdido y fijar el añadido. Ahí erró de forma escandalosa. Lo disculpo en parte, porque bastante tiene con acertar en su complicada misión, como para llevar mentalmente el tiempo extra, con lo fácil que eso le sería a un cronometrador.
Con paciencia he comprobado el tiempo exacto perdido en los cuatro aspectos más importantes del Real-Athletic Club: penalty (3’20”), expulsión de Iñigo (1’50”), cambios (2’55”) y 4 de las amarillas (2’15”) lo que totalizan una pérdida de 10’ 20”.… sin contar que, en los datos anteriores, no he sumado las múltiples pérdidas de tiempo por lesiones, protestas, faltas, saques de puerta, de esquina, de banda…
Martínez Munuera tan sólo indicó un añadido de cinco minutos
Pero, por si eso fuese poco, aún la cosa se agrava y el fallo de Martinez Munuera se multiplica, porque pita el final del encuentro en el minuto 95’00”, sin aumentar ni un segundo a los 5’ añadidos… cuando, asómbrese, de los tres primeros minutos de tiempo extra, tan solo se disputaron de juego efectivo ¡¡¡15 SEGUNDOS!!!
¿Es o no un escándalo? ¿Por qué no lo exigen las árbitros apoyados por las Ligas, Federaciones y Confederaciones? ¿Merece la pena mi pelea -y la de pocos más- de estos años, pidiendo a FIFA que imponga el juego efectivo de 60 minutos? Yo creo que sí, porque me parece un auténtico despropósito lo que ha ocurrido en los últimos minutos del derby -y me refiero tanto al tiempo añadido como a la forma de cumplirse- aunque los contendientes no se hayan quejado, quizás porque los txuri-urdin aún no se habían repuesto del mazazo que les supuso el gol de Muniain y los del bocho celebraban el empate como si de una gran victoria se tratase.
A la siguiente jornada -según las semanas cambian los equipos que se quejan- las críticas llamativas nos han llegado, entre otros, del Barça, que protesta porque el gol del empate del Celta argumentan que se ha logrado fuera de tíempo- y del Rayo, disconforme con lo incrementado por el árbitro de su partido en el Bernabéu.
Es urgente. Paren de una vez el reloj en el fútbol y evitaremos lo de Donostia, Vigo, Madrid… Lo resuelve un cronometrador observado por miles de espectadores que ya no podrían discutir ni el tiempo disputado, ni el momento exacto del final del encuentro. ¿Quién, entonces, tiene interés en que se mantenga este sinsentido?