Suso Suárez Lourido: "Gracias Jorge, por ser cómo eras y siento no habértelo dicho en vida"
Suso Suárez Lourido compartió tertulia radiofónica en Onda Cero Coruña (y postradiofónica) y muchas horas de vida con Jorge García Santos. Hoy también se suma, con unas líneas, al recuerdo de Jorge.
Explicar la sensación de patada en la boca del estómago que me produjo recibir la noticia del fallecimiento de Jorge, es imposible. Es peor que un K.O de Tyson. (Al menos con Tyson quedas inconsciente, grogui.)
Con la muerte de Jorge quedé desoladoramente consciente y en shock.
Me dicen que murió de un infarto. De qué si no se iba a morir, Jorge García Santos. De las personas que he conocido en el futbol, Jorge me demostró siempre, siempre, siempre que él era todo corazón.
Los que sentimos pasión por el futbol, en el fondo, estamos equivocados. Tal vez sea como dice la frase “te ciega la pasión” . Nos ciega, sí.
Así me conoció Jorge, apasionado, y en ocasiones “ciego por la pasión” y siempre encontré en su “campechanía”, en su sonrisa tan humana, tan franca y sabia por las experiencias vividas y me atrevo a decir “jodidas” en un campo de futbol, esa “vuelta a la realidad” de la que tanto aprendí, escuchándolo. Y que no era ni más ni menos que el “poso” de la vida de un futbolista. De un portero. Siempre he dicho que los porteros ven el fútbol de una manera diferente. Y que son el sistema nervioso central de un equipo.
Lo que compartimos a micrófono abierto en Onda Cero aún se puede oír y era auténtico. Créanme. Muy auténtico. No fingíamos.
Pero lo que compartimos a micrófono cerrado y sobre todo en algunas cenas, aquello fue más que autenticidad. Fue la vida misma. Y más allá de la vida misma porque el futbol, como dijo Puskas, es más que la vida.
Con Jorge, lo entendí. Lo comprendí, para siempre. Nunca lo olvidaré. Tengo una visión cada día más descreída, hasta borrosa del fútbol profesional. Sobre todo de la élite. Por encima de todo, de la élite. ¡Qué cuento, qué gran cuento!!!! . Y en algunos casos que estafa!!.
Por eso, aquellas charlas en Onda Cero, cuando se cerraba el micro y le pasábamos el balón a Julia Otero que “reclamaba” su tiempo, como si Barcelona fuera una “capital do noso mundo” -nunca lo fue-, continuábamos en la “prórroga”, Alberto, Braulio y yo, escuchándolo a pecho descubierto. En esos ratos impagables se destilaba, se decantaba la esencia y el aroma del auténtico fútbol que jugó y vivió Jorge en su Deportivo, en sus catorce temporadas hasta el último día. El del ascenso contra el Murcia y el incendio de la cubierta de preferencia de Riazor. Un fútbol que en la inmensa mayoría de las veces no tiene nada que ver con lo que los aficionados vemos y pensamos. Y ya no digo imaginamos.
Ser Messi o Cristiano Ronaldo u otros grandes jugadores que les vengan a la cabeza, es fácil. Sí, sí lo es. Porque la naturaleza les ha dotado del talento preciso y necesario.
Lo difícil es ser, como en el cine el “mejor secundario” al que nunca enfoca la luz de las estrellas. Al contrario, siempre están a oscuras. Esos, los secundarios, son los auténticamente Grandes.
Jorge estuvo bajo palos aquel 22 de mayo de 1982, en el que Rayo Vallecano nos dejó con la miel en los labios, esperando una década más el ascenso a primera. Estuvo en aquella legendaria secuencia de la Copa del Rey del 89, la primera de Lendoiro, en que jugando en segunda se alcanzó la última ronda hasta llegar a caer contra el Valladolid.
Nunca estuvo solo, es cierto. Piña, Ballesta, Silvi, Carreras, Pancho García, José Luis -no te olvido “Maestro”, Moreno, Peralta, Traba, Vicente, Muñoz, Cayetano, Antonio, Martin Lasarte, Ramón, José Ramón, Fontana, Azpiazu, Gil, Fran, Agulló, Raudnei, Josu, Djukic, Sabín Bilbao, Albistegui, Kanatlarovski, Villa, Stojadinovic, fueron algunos de lo que lo acompañaron y confiaron en él. Pero un portero siempre se la juega solo.
Hasta la última que fue ayer y la muerte que no sabe que hacer con tanta vida, se lo llevó. De penalti, injusto.
Buen viaje al guerrero
Que fue fiel a su pueblo