La calle Teófilo Llorente es el centro de las reuniones cada vez más numerosas de jóvenes, unos en las terrazas de los locales, pero otros con bolsas llenas de botellas de alcohol que beben en la calle. El ruido es constante y las molestias a los vecinos se prolongan durante horas, desde que se aliviaron restricciones como el toque de queda. Temen que esta situación que va a más en las últimas semanas acaben transformando el casco vello en aquel lugar de ruidos alcohol que fue en la década de los 90.