Sin pretenderlo ni fijarnos en ello, hasta la semana pasada que mi compañera (hoy ausente) planteó lo mal que está eso de robar, con el especial de hoy nos quedamos a palo de uno de musicalizar el Decálogo.
Las sagradas escrituras que rigen el judaísmo y el cristianismo teóricamente mandan que no se debe quitar la vida a otro igual. Aunque, visto lo visto, ambas historias están manchadas por demasiada sangre inocente. En cambio la ley islámica sí contempla la pena de muerte, aunque sea contradiciendo el derecho fundamental a la vida, afectando como tercera religión monoteísta en cuestión a demasiados países, que al igual que otros ateos como China o laicos como EE. UU. continúan ejecutando esta irreversible mala praxis humana. Por el contrario, hay doctrinas filosóficas y espirituales que incluso amplían el rango de la inmunidad con preceptos constituyentes de sus códigos éticos, como sucede en el budismo con la regla de abstenerme de matar o hacer daño a otro ser vivo.
Personalmente, lo que me interesa del término No Matar es que denota no una negación, sino una afirmación. Pues se refiere a sociedades humanas en las que la muerte intencional, amenazas de muerte y condiciones que lleven a ello están ausentes. Analizando su origen, abarcaría los conceptos de paz (ausencia de guerra y de las condiciones que conducen a ella), no violencia (sicológica, física y estructural), y ahiṃsā (en sánscrito, no dañar con el pensamiento, la palabra o la acción). Básicamente respetar la vida, como ya hemos venido analizando en este programa.
Paradójicamente, por uso y contexto, diré que hoy entramos a matar pero con música.
Texto: Miguel Tébar, periodista musical