El domingo después de la Fiesta de NMHA, de bajona y con la esperanza de coger el sueño, se me ocurrió empezar a ver Chernobyl, en la HBO. Pero lejos de amodorrarme me pasé cuatro horas seguidas absolutamente abducida, y fue una auténtica tortura tener que esperar un par de días más para poder ver el quinto y último capítulo. Hacía mucho que no me pasaba algo parecido, así que creo que está de más que os explique lo mucho que me fascinó la serie.
La radiactividad es el fenómeno físico por el cual ciertos cuerpos emiten radiación, pero un tipo muy especial de radiación, la ionizante, es decir, radiación que es capaz de absorber o expulsar los electrones de átomos y moléculas a su alrededor. La radiación que emiten las antenas de Onda Cero,
por ejemplo, no es ionizante, es inofensiva (salvo cuando habla Tébar, claro, aunque a baja exposición tampoco es muy peligroso).
La radiactividad fue descubierta por Henri Becquerel en 1896, por casualidad, cuando se dio cuenta que las placas fotográficas que permanecían cerca del uranio se velaban aunque no les diese la luz.
Unos años más tarde, Marie Curie descubrió otras sustancias radiactivas como el torio, el polonio y el radio (de ahí su nombre) y dedujo que la radiactividad era una propiedad atómica. Es decir, que el fenómeno de la radiactividad se origina únicamente en el núcleo de los átomos radiactivos.
Texto: Tatiana Tereshkova