Se cumplen nueve días desde que Euskadi decretara el toque de queda y levantara muros invisibles a la salida no solo de la comunidad autónoma, sino también de cada municipio. Unas restricciones de la movilidad de las más severas hasta ahora a nivel estatal y que pretendían contener la escalada imparable de contagios. Pero han resultado insuficientes o no tan efectivas como se esperaba, visto que la tasa de incidencia del virus sigue al alza, y se sitúa ya en 715 positivos por cada 100.000 habitantes, cuando hace una semana rondaba los 547. Ahora, el siguiente paso es estrechar un poco más la libertad a las actividades esenciales y a la hostelería. «Hay que agotar todas las vías», antes que verse en la obligación de implantar un confinamiento domiciliario. No es una opción que el Ejecutivo vasco pueda descartar, pero desde luego no figura entre sus opciones preferentes, como sí sucede en Asturias, Ceuta y Melilla, Castilla-La Mancha y Castilla y León, que presionan para que se modifique el estado de alarma, aunque el Gobierno central ha dejado claro que hasta el próximo lunes no tomará una decisión al respecto.
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