Quienes asistan no podrán grabar la actuación, tampoco responder un WhatsApp, ni mirar la hora. No será una simple petición, sino una obligación. Una empresa se encargará de ello.
El método usado por la compañía es sencillo. A la entrada del concierto se pide a cada asistente que deposite su móvil en un estuche de neopreno que lleva incorporado un microchip.
El estuche se cierra y se sella magnéticamente de manera que, aunque el dueño quiera abrirlo durante la actuación, no pueda hacerlo. Solo mediante una máquina que lo desmagnetice a la salida podrá abrir el sobre y recuperar su aparato.
Un método parecido al que tienen las tiendas de ropa o las botellas alcohólicas en los supermercados.